Questo articolo è disponibile anche in: Italiano Inglés Español Francés

Pregunta

Querido P. Angelo,

Un sacerdote me dijo que al recibir la Eucaristía participamos en la vida misma de Dios, y que Santo Tomás suele decir que con la Comunión nos parecemos de alguna manera a Jesús.

Me gustaría preguntarle dónde Santo Tomás afirmó estas cosas y en qué sentido se pueden entender, porque a mí me parecen un poco excesivas.

Espero su respuesta y le agradezco esta oportunidad.

Gracias

Stefano


Respuesta del sacerdote

Querido Stefano,

1. Santo Tomás no dice que con la Sagrada Comunión nos parecemos a Jesús. Eso sería demasiado hermoso. En cambio, dice que “el efecto propio de la Eucaristía es la transformación del hombre en Dios”.

Lo dice en el cuarto libro de las Sentencias. Sus palabras precisas en latín son estas:

Effectus proprius eucharistiae est transformatio hominis in Deum” (S. Tomas, IV Sent., 12, 12, 1, ad 1).
También en las Sentencias dice que “en virtud de este sacramento se produce una cierta transformación del hombre en Cristo por medio de la caridad: y éste es el efecto propio del sacramento” (IV Sent., 12, 12, 2).

2. Puesto que en la Eucaristía está presente Cristo inmolado (la Misa, de hecho, hace presente en nuestros altares la pasión y la muerte del Señor), se deduce que el objetivo de la Eucaristía es transformar nuestra vida en una ofrenda viva a Dios mediante la entrega de nosotros mismos al prójimo.

Este concepto se recuerda también en la tercera plegaria eucarística de la Misa con las siguientes palabras: “Haz de nosotros un sacrificio eterno que te sea agradable”.

3. Me complace recordar que este concepto no es nuevo en la doctrina de la Iglesia.

Lo había expresado ya San Agustín, quien, a modo de locución, se oyó decir estas precisas palabras: “No eres tú quien me muta en ti (como haces con el alimento de tu carne), sino que tú te mutarás en mí” (“Nec tu Me in te mutabis sicut cibum carnis tuae, sed tu mutaberis in Me” (San Agustín, Confesiones, 7, 10, 16).

Además, el Papa San León Magno dijo: “La participación en el cuerpo y la sangre de Cristo no hace otra cosa que transformarnos en lo que recibimos”.

Estas palabras de San León Magno fueron recogidas por el Concilio Vaticano II en la Lumen Gentium, n. 26.

4. J. Ratzinger nos ofrece la explicación cuando dice: “Los medios normales de alimentación son menos fuertes que el hombre, aunque le sirven: se toman para que sean asimilados en el cuerpo del hombre y lo edifiquen.

Este alimento particular -la Eucaristía-, en cambio o sea exactamente, al contrario, está por encima del hombre, es más fuerte que él, y así se invierte el proceso hacia dónde todo conduce: el hombre que consume este pan se asimila a él, es asumido por él, se funde en este pan y se convierte en pan como el mismo Cristo” (Mirar al Crucifijo, p. 78).

5. Si esta transformación no se produce, y por desgracia quizás la mayoría de las veces no se produce, no es por el alimento, sino por vivir de forma superficial este momento extraordinario de nuestra vida cristiana.

Pero el objetivo de la Eucaristía sigue siendo precisamente el de hacernos semejantes a Jesús.

Lo menos que se puede decir es que el defecto no está en la comida, sino en quien la recibe.

6. ¿Qué podemos hacer para que este alimento produzca su efecto y nos transforme en Cristo?

Tenemos que vivir mejor la misa.

La vivimos mejor cuando nos preparamos y cuando prolongamos la Comunión, permitiendo que Cristo transforme nuestros pensamientos y sentimientos conformándolos con los Suyos.

Pero este último punto (prolongar la comunión) es un capítulo lamentablemente doloroso porque casi nadie siente el deseo de hacerlo.

Una vez terminada la misa, parece que tenemos prisa por cambiar de página y pensar en otra cosa.

Con la esperanza de que no te encuentres entre estos, sino que consideres el encuentro con el Señor como el más hermoso y el más santificador de tu día y de tu vida, te aseguro mis oraciones y te bendigo.

Padre Angelo


Traducido por SusannaF