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Pregunta
Queridísimo Padre Angelo,
Buenos días. Le escribo en relación a unas dudas muy serias que estoy teniendo acerca de los malos pensamientos. Me explico: cuando me acuerdo de las relaciones que tuve o simplemente de los numerosos chicos por los que experimenté algún sentimiento o con los que estuve en intimidad, mis pensamientos se orientan hacia contenidos muy explícitos. Me imagino automáticamente en intimidad con ellos.
Ni bien estas imágenes se concretan en mi mente yo las interrumpo, no afectan la libido ni tampoco tengo excitación alguna.
Lo mismo me ocurre con lo sagrado.
Pienso que tengo voluntariamente pensamientos impuros acerca de la Virgen María y del Señor. Esta situación me deja indiferente en el momento en que se verifican y durante el cual expulso las imágenes, pero me incomoda mucho cuando tengo que comulgar. Me siento indigna de acercarme a la Eucaristía y «sucia» delante de Dios.
Ya confesé muchísimas veces estos pecados tanto que ya ni sé hasta qué punto hice confesiones y comuniones sacrílegas y hasta qué punto el Señor podrá perdonarme.
El verdadero problema es que mientras estuve alejada de Dios me deleitaba en los malos pensamientos y ahora el problema persiste, casi como si fuera una obsesión y un continuo rememorar de mi parte.
Pero si antes la libido estaba presente, ahora ya no es así.
Además tengo otro problema: antes blasfemaba mucho, ahora nunca, pero las blasfemias siguen como un eco en mi mente como si nada fuera, y no sé si soy yo que las quiero o no, tanta era la costumbre de ellas. El hecho es que soy completamente indiferente, tanto a los malos pensamientos como a las blasfemias, ya que mi anterior vida pecaminosa, me quitó el sentido del pecado. No sé qué tengo que hacer.
Me siento muy cansada de tener que confesar siempre los mismos pecados y no sé cómo frenar mi mente.
Desde ya le agradezco por su respuesta y también por su apostolado online.
¡Que tenga un santo día y que el Señor lo bendiga!
Respuesta del sacerdote
Muy querida,
1. considerando lo que te aflige, para examinar la gravedad de la acción hay que distinguir entre los pensamientos que surgen o automáticos (como muy seguido te ocurre), y a los que se puede seguir sin pensar en rechazarlos o bien los rechazas pero levemente, y por otro lado, los pensamientos directamente deseados con la consiguiente excitación.
2. En el primer caso se produce siempre una herida, pero no grave.
Por cierto se hace patente el desorden de la vida pasada.
Para ti, puesto que se trata sólo de esto, no debes angustiarte.
3. En el segundo caso, puesto que se trata de imaginación voluntaria, llegando a la aceptación de la excitación sexual, según los moralistas católicos se trata de pecado grave contra el noveno mandamiento.
4. Lo mismo vale para los pensamientos blasfemos. Una cosa es sentirlos y otra consentirlos.
5. En tu caso esta imaginación y estos pensamientos te turban, pero no hasta el punto de quitarte el estado de gracia, la unión con Dios. Es como si una nube por un instante oscureciera el esplendor del sol.
6. En el pecado grave en cambio, la unión se ha roto. De Dios queda tan solo el recuerdo, pero no ya la unión de corazón a corazón.
A causa del pecado se percibe que se ha excavado un abismo, que sólo se colma con la gracia obtenida a través de la confesión.
7. En lo que a la confesión se refiere, tratándose en ti de pecados veniales y en ocasiones sólo de imperfecciones, tienes que quedarte tranquila.
No tienes obligación de confesarlos cada vez.
Cuando te confieses sin embargo, harás bien en decir que hay siempre pensamientos e imaginaciones impuras que te turban, pero que no buscas ni consientes.
Te deseo que pases una Santa Navidad, rica de gracia y serenidad.
Te recuerdo al Señor y te bendigo.
Padre Angelo