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Pregunta
Querido padre Angelo,
A pesar de ser un cristiano católico practicante, me pregunto por qué, como dice San Pablo, el pecado genera la muerte.
Y más específicamente, ¿cómo el sexo en una relación de compromiso genera la muerte y, por lo tanto, puede afectar negativamente una relación de pareja?
Me pasó vivirlo en mi propia piel pero sin poder darme una explicación convincente, lógica y profunda.
Con la esperanza de haber sido claro y profundo en la pregunta.
Respuesta del sacerdote
Querido,
1.San Pablo en la carta a los Romanos dice que «el salario del pecado es la muerte» (Rom 6, 23).
Santo Tomás comenta: “La muerte, aunque no es el fin del que obra el pecado, porque cuando peca no tiene la intención de incurrir en la muerte, sin embargo es el fin de los mismos pecados que por su naturaleza conducen a la muerte temporal – ya que cuando el alma se separa de Dios, es justo que su cuerpo esté separado de él, y es eterno, porque cuando uno quiere separarse de Dios temporalmente, por la concupiscencia del pecado, es justo que esté separado de Dios para siempre, lo cual es la muerte eterna, de acuerdo con lo que dijo San Pablo: “Los que hacen tales cosas son dignos de muerte”. (Rm 1,32)
2. La explicación dada por Santo Tomás se da aquí a nivel ontológico o metafísico.
Pero también es cierto que el pecado también genera muerte a nivel operativo.
Derogarse de la ley de Dios que nos es inmanente (es decir, está escrita en nuestra propia naturaleza) significa ir en contra de las exigencias de nuestro auténtico bien.
En otras palabras, va a indicar que introduce gérmenes malignos o disgregadores en nuestra vida.
3. La observancia de la ley de Dios está total y exclusivamente a favor del hombre.
Si se quiere prosperar en los afectos, en las actividades, en la relación con Dios y con el prójimo, no hay luz más amigable que la que viene de Dios, que nos ama y quiere nuestro bien temporal y eterno como ningún otro.
4. Después de dar a los hijos de Israel las diez palabras de Dios (los diez mandamientos), Moisés dijo: “Pongan cuidado en practicar lo que el Señor, su Dios, les ha ordenado, sin desviarse ni a la derecha ni a la izquierda. Vayan por el camino que el Señor, su Dios, les ha trazado, para gozar de una larga vida en la tierra de la que van a tomar posesión.” (Dt 5, 32-33).
5. Estas palabras de la Sagrada Escritura adquieren mayor luz cuando se leen a la luz del Nuevo Testamento y de la gracia del Espíritu Santo.
Caminar según los caminos de Dios y mantenerse en la gracia es lo mismo que caminar por los caminos que aseguran la vida, la floridez, la prosperidad, aunque las cruces y los contratiempos no desaparecen del todo, que sin embargo se soportan de otra manera porque se está convencidos de que si se viven bien siempre son extraordinariamente fecundos.
A esto le sigue la felicidad, la satisfacción, la alegría, una sensación de saciedad en lo más profundo del corazón.
Y está también y sobre todo el vivir durante mucho tiempo que no debe entenderse como una duración de años, sino como el disfrute de la conservación de los bienes (incluidos los afectos) que nos son queridos.
6. Derogar la ley de Dios es lo mismo que dejarse robar la vida, la felicidad y la conservación de muchos bienes.
En este sentido Santo Tomás comentando el versículo del Salmo 6 que en latín suena así: “Inveteravi inter inimicos meos”, que en italiano suena así: “He envejecido en medio de todos mis enemigos”, dice: “es decir, en medio de los demonios, o en medio de todos los pecados a los que he dado mi consentimiento… Envejecí porque imité al hombre viejo, sometiéndome a todos los vicios”.
El hombre viejo es el que “se va corrompiendo por la seducción de la concupiscencia” (Ef 4, 22).
Por eso el pecado engendra la muerte: porque no conserva nada. Al contrario, pone semillas de corrupción allá donde se introduce.
7. Cuántos, por desgracia, precisamente porque no confiaron en Dios e hicieron lo suyo, tuvieron que sufrir la ruina de muchas cosas a las que aspiraban para su propia felicidad y realización.
8. Adán y Eva, con el pecado, comenzaron a envejecer también biológicamente.
Antes, siempre vivieron en esa perenne juventud que en el Paraíso terrenal era la anticipación e imagen de la perenne juventud del Paraíso celestial.
Ahora todos físicamente estamos envejeciendo inexorablemente.
Pero si caminamos en los caminos de Dios, nos movemos interiormente hacia una juventud espiritual que solo aquellos que están en la gracia pueden experimentar.
Con la esperanza de que nunca más experimentes en tu piel la desintegración y la corrupción generada por el pecado, te recuerdo con alegría en oración y te bendigo.
Padre Angelo
Traducido por Alessandra Pelizzaro