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Pregunta
Hola Padre,
un antiguo profesor mío, ateo, no sabe la diferencia entre laicismo y laicidad… ¿qué le puedo decir?
Gracias como siempre, Padre, por su atención y sus respuestas.
Rezaré por usted y la saludo.
Simone
Respuesta del Sacerdote
Querido Simone,
1. Cuando hablamos de » laicidad » nos referimos a la distinción entre las esferas política y religiosa.
Esta distinción fue pronunciada por Jesucristo cuando dijo «dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
2. Dios mismo quiso que la gente viviera en sociedad.
Al mismo tiempo, deseaba que la sociedad estuviera gobernada por una autoridad. Esta autoridad está llamada a gobernar, teniendo en cuenta que las realidades temporales se rigen por sus propias normas, a las que debe respetar y garantizar.
3. Estas normas propias se basan en la dignidad de la persona humana, que, por su trascendencia sobre la materia y su anhelo de una vida después de la muerte, merece ser tratada siempre como un fin y nunca como un medio
4. El laicismo también significa esa justa autonomía que el Estado debe tener respecto a la religión.
Es el Estado, o sea el conjunto de los ciudadanos, el que debe determinar por sí mismo la forma de gobierno, que debe reconocer los derechos de los individuos, los grupos y las empresas.
5. Es tarea del Estado garantizar a todos los ciudadanos ciertos bienes personales fundamentales, como la familia, el trabajo, la educación, la salud, etc.
Entre estos bienes personales fundamentales debe reconocer ese sentido religioso que es característico de los pueblos de todos los tiempos y que manifiesta su ansia de trascendencia y de la otra vida.
6. No corresponde al Estado determinar qué religión deben seguir los ciudadanos, pero debe proteger el respeto religioso e incluso fomentarlo.
Debe hacerlo especialmente cuando los principios de la religión, como los del Evangelio, fomentan tan provechosamente el sentido de la solidaridad entre las personas y los grupos.
7. Por lo tanto, está entre los deberes de un Estado respetar y proteger la religión como un bien fundamental para las personas, y esto se expresa garantizando la libertad religiosa tanto en el ámbito individual como en el público.
Existe, por tanto, un concepto positivo de laicidad del Estado.
8. El concepto negativo de laicidad se expresa en el laicismo, que niega que la persona humana pueda reclamar, incluso en la esfera pública, el papel legítimo de la religión y la manifestación de su fe.
Aunque el laicismo tolera que cada uno en privado tenga su propia fe, no quiere que los ciudadanos exijan al Estado que tenga en cuenta la orientación religiosa natural del hombre en su legislación.
9. El laicismo y la cultura laicista olvidan que la negación de Dios y de la esfera religiosa hace que la vida humana sea insignificante, mientras que la vida humana adquiere verdadera grandeza precisamente porque no termina con la muerte, sino que se abre a una vida trascendente para la que se está preparando.
Si la persona individual no está destinada a nada, es fácil concluir que no vale nada.
10. Juan XXIII tenía razón al decir que «el aspecto más nefasto de la época moderna es la absurda tentativa de reconstituir un orden temporal sólido y fecundo sin referencia a Dios, único fundamento sobre el que puede sostenerse y de querer celebrar la grandeza del hombre desecando la fuente de la que brota esa grandeza y de la que se alimenta, es decir, si fuera posible, apagando su anhelo de Dios” (Mater et Magistra 202).
El mismo Santo Pontífice dijo también: “Independientemente del progreso técnico y económico, no habrá justicia ni paz en el mundo hasta que las personas vuelvan a tener el sentido de su dignidad como criaturas e hijos de Dios, la primera y última razón de ser de toda la realidad creada por Él. El hombre alejado de Dios se vuelve inhumano para sí mismo y para los demás, porque la relación ordenada de la convivencia presupone la relación ordenada de la conciencia personal con Dios, fuente de verdad, justicia y amor» (MM 200).
11. El Concilio Vaticano II, en una breve pero significativa declaración, afirmó que “la criatura, de hecho, sin su creador se desvanece…En efecto, el olvido de Dios priva a la criatura de su propia luz” (GS 36).
Te recuerdo al Señor y te bendigo.
Padre Angelo
Traducido por SusannaF