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Buenos días padre Angelo,
quisiera pedirle si puede darme un consejo y una reflexión de su parte. Soy un cristiano de 30 años, practicante y en estado de gracia, que se encuentra ante una elección importante y diría casi decisiva para su propia vida. Una elección que desde hace unos años ha sido postergada, esperando un cambio que por un motivo u otro (límites personales, sucesos, caminos que se interrumpen) no llega. En mi mente se abren dos caminos que podría recorrer. El primero (el que de momento siento que más me pertenece) es la de formar una familia, encontrando a la mujer que me complete y me realice; tratando de ser partícipe en la sociedad, con un trabajo estable, y estar en el mundo sin ser del mundo. Desafortunadamente durante todos estos años la persona que busco no la he encontrado, tal vez porque soy demasiado exigente y utópico, ya sea por las circunstancias no favorables, entre las que cuento la parcial soledad que viví el año pasado (me estoy planteando si en verdad Dios tiene otro proyecto para mí). El segundo camino podría ser optar por la vida consagrada. Sin embargo no he sentido de forma fuerte y segura “una llamada específica”. Si bien en los años de mi conversión y regreso a Dios experimenté la ayuda y la intercesión de la Virgen María Inmaculada y de muchos santos/as y beatos/as de los que he apreciado y admirado la vida. (En especial en los comienzos de mi conversión: San Pío de Pietrelcina, San Judas Tadeo, San Juan Bosco, Santa Teresa de Ávila)…con además eventos, consolaciones interiores y coincidencias especiales. En mi familia ya existe alguien consagrado y es mi hermano gemelo, él es monje cirterciense. Para buscar mi camino me he dirigido a mi confesor. Las cosas que principalmente me sugirió fueron: intensificar la oración, comulgar cada día, o por lo menos hacerlo espiritualmente, cumplir con el propio deber, hacer el bien; que he intentado llevar a cabo. Además, obedeciendo a una personal inspiración interior, durante un año entero recé las quince oraciones de Santa Brígida de Suecia, deteniéndome cada día en las palabras de la santa “Muéstrame el camino y disponme a seguirlo. Peligroso es tardar y arriesgado proseguir. Responde a mi súplica y muéstrame el camino. Llego a ti como el herido va al médico en busca de ayuda. Dona Señor, paz a mi corazón”. Esta plegaria cotidiana me ayudó a superar el año recién transcurrido, pero de hecho el giro, el signo que esperaba, no llegó. ¿Será que tal vez el Señor quiere todavía purificarme, librarme de mis apegos y de una mentalidad mundana? Pero, ¿hasta cuándo podré resistir, en esta perenne incertidumbre? Ya no consigo progresar espiritualmente y mi alma está por un lado atraída por ciertas vanidades, ambiciones mundanas, pero por otro lado reflexiona acerca de la caducidad, incoherencia, corrupción de esta sociedad. Además, mientras pasan los años, me estoy dando cuenta, que ayudar a los otros ya sea activamente o con la oración me hace bien. Le pido por tanto un consejo y si puede orar para encuentre el proyecto que Dios me tiene reservado.
Gracias
Respuesta del sacerdote
Muy querido, 1. antes que nada quiero decirte que me da gusto saber que vives tu vida cristiana en gracia y en la práctica sacramental. Te lo digo no para ensalzarte, sino para empujarte a la acción de gracias. Tú también puedes decir con la Virgen: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador… porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!» …(Lc 1, 46-49).
2. Afrontemos ahora el problema que más te apremia. Me parece que puedo afirmar que no está planteado de forma correcta. Seguramente eres un muchacho abierto a cumplir la voluntad de Dios, sin embargo leyendo tu mail se podría deducir que lo que más quisieras es que el Señor te enviara una chica para formar una familia. Si ella no llega, entonces piensas en el sacerdocio.
3. Como puedes ver, si de eso se trata, la vocación es una suerte de expediente para salir del paso. En cambio el llamado de Dios es una realidad tan grande que por Él habría que optar aunque ya existiera una novia y se estuviera pensando seriamente en la boda. Es así como nuestra vida se ofrece al Señor.
4. Este es por lo tanto el primer problema a resolver. Si con la ayuda del confesor te parece que hayan signos del llamado o de la vocación, entonces decídete pronto por el Señor. No hay nada más que esperar.
5. Y si después de haber tomado la decisión de entregar tu vida al Señor, apareciera una chica, no retractarás. Es todo cuestión de amor. Elegir a Dios no puede ni debe jamás ser una escapatoria. Es la opción más alta y hermosa de tu vida, lista para cualquier sacrificio, a cualquier renuncia. Es una inmolación. Y una vez inmolados, a Él se pertenece dulcemente para siempre.
6. Por lo tanto en mi opinión no debes esperar más. Si el Señor te llama al sacerdocio, vete al seminario o al convento. Si en cambio no te llama por este camino, espera a la mujer que ha preparado para ti.
7. No debes esperar de parte del Señor, signos clamorosos.
Es suficiente que ante las necesidades materiales y sobrenaturales de tu prójimo, especialmente en lo que se refiere a la salvación eterna, tú te sientas interrogado. Algún signo ya lo tienes: experimentas alegría cuando de forma activa o con la oración ayudas a tu prójimo. Alcanza con que a la pregunta de Dios: «¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?» (Is 6, 8) Respondas como Isaías: «¡Aquí estoy: envíame!». Para que puedas dar este sí, basta que te sientas inclinado y que tu confesor no halle nada que diga que este no es tu camino.
8. Personalmente me da la impresión que el Señor te llama. El confesor te dijo que rezaras mucho y comulgaras diariamente. Y lo haces. Sientes que es una gracia muy grande estar junto al Señor. Su amistad no es un peso para ti, sino la realidad más bella y preciosa. Estoy convencido de que nunca querrías renunciar a ella. El hecho de que vivas establemente en gracia de Dios es una señal indicativa fuerte para que el confesor pueda discernir en ti las premisas de la vocación. No es la única señal, pero es importante, es fundamental. Por mi parte te aseguro mi oración para que este sí total, definitivo, completo y lleno de amor, estés en grado de darlo pronto, hasta hoy mismo Te bendigo.
Padre Angelo