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Buenas tarde Padre,
Me llamo M, tengo 54 años
Le pido su opinión acerca de algo que me toca profundamente…
Estoy divorciada, no porque lo haya querido yo. Posteriormente al divorcio, conviví con el padre de mi hijo durante 7 años, pero acabó mal, pues él era golpeador. Después de varios años conocí en circunstancias dolorosas a C., convivimos por 4 años y medio, luego a causa de problemas con mi hijo tuve que alejarlo de casa, y aunque no nos hayamos visto por un año y medio, no nos hemos olvidado.
Por casualidad nos reencontramos, y nos agradaría cada uno en su propio hogar, retomar la relación de una manera seria.
He mencionado esto en la confesión con el sacerdote que me guía, quien me ha desestabilizado al decirme que aunque no cohabitemos, en el momento en que estuviéramos en intimidad, ya no podría comulgar, esto significaría para mí un sufrimiento enorme, no creía que existiera este problema en ausencia de convivencia que sí es pecado mortal.
Estoy teniendo en suspenso a C., quien espera conocer mi decisión, una decisión que afecta a toda mi vida, como a la suya, con los respectivos sufrimientos, no es para nada fácil. Debo elegir entre Dios y él, estoy con la cabeza y el corazón en un caos que nunca habría podido imaginar.
Si bien es cierto que el Sacerdote debe seguir la ley de la Iglesia, pienso que si tiene en cuenta el lado humano no estaría mal.
¿Qué opina usted al respecto?
Le agradezco desde ya, por su respuesta.
Le envío cordiales saludos.
M.


Respuesta del sacerdote

 Muy querida M.,
1. El matrimonio no es un tipo de vida en común comparable con cualquier otro tipo de convivencia o de uniones de hecho.
A través del consentimiento conyugal los dos esposos se ceden uno al otro.
De alguna manera es como si se expropiaran de sí mismos y en la plenitud del amor se dicen recíprocamente: “yo no me pertenezco más a mí mismo, sino que te pertenezco. Soy tuyo o tuya para siempre. Es más, lo soy exclusivamente.
Prometo amarte y respetarte para toda la vida”.
El matrimonio celebrado por la Iglesia establece esta unión delante de Dios.
Los esposos se sienten contentos que ese día se les diga: “lo que Dios ha unido, el hombre no lo separe” (Mt 19, 6).

2. Por lo tanto aunque tú hayas sido víctima del divorcio y tu marido te haya hecho un grave daño del que deberá responder ante Dios, tú perteneces aun ahora, exclusivamente a él. Y él te pertenece exclusivamente.
Si tu marido está con otra mujer, vive en una situación de adulterio permanente.
Igualmente tú, uniéndote con otros hombres que no son tu esposo, cometes adulterio.

3. Esta es la razón por la que el sacerdote no te pudo dar la absolución: porque vives en una situación de adulterio permanente.
El sacerdote también tiene una conciencia y sabe que debe responder ante Dios de cuanto hace.
Si le dice a alguien que las relaciones extraconyugales son lícitas comente un pecado mortal y si sigue celebrando Misa comete sacrilegios.

4. El sacerdote, antes que ser fiel a las leyes de la Iglesia, ha de ser fiel a Dios de quien es ministro.
¿Qué puede decirte para mostrarte su cercanía?

5. La primera cuestión que tienes que verificar es si el matrimonio que celebraste a su tiempo, fue un matrimonio válido.
En caso de que no lo fuera, se puede presentar la instancia al Tribunal eclesiástico para proceder en la causa de declaración de nulidad del vínculo.
De este modo tú estarías libre para contraer nuevas nupcias.
Asimismo hay que verificar la situación del hombre con quien piensas casarte y ver que efectivamente pueda hacerlo. Porque si él también tiene experiencia de divorcio, sigue perteneciendo a su esposa y no puede concederse a ti.

6. Dices que el sacerdote tendría también que contemplar el aspecto humano.
Sí, es cierto. Por eso el sacerdote no tiene que conformarse con decir a los fieles que no puede dar la absolución. Muy oportunamente  debe ser instaurada una pastoral en favor de las personas que se encuentran en una situación de irregularidad ante Dios y la Iglesia.
Sin embargo,  el sacerdote debe permanecer cerca de los fieles como sacerdote, es decir como alguien que guía a quienes le fueron confiados para seguir el camino de Dios, en el camino de la santificación.
Su deber principal es justamente este.

7. Como puedes ver, te he puesto ante la realidad del matrimonio que celebraste.
Ese matrimonio ante Dios no se ha acabado.
Ese día te fue confiado un hombre para que lo cuidaras para la vida eterna.
Este hombre se alejó de ti, pero sigue siendo tuyo.
Tu tarea de cuidarlo para la vida eterna no se ha agotado. Es más, todavía hay todo por hacer.

8. Como Dios no abandona al hombre cuando es infiel, sino que sigue siguiéndolo por caminos secretos para reconducirlo a sí y como también Jesús hace lo mismo con la Iglesia porque no la abandona aunque muchos de sus hombres son infieles, de la misma manera están llamados a comportarse los esposos cristianos.

9. Con el sacramento del matrimonio los esposos cristianos han aceptado ser uno para el otro signo visible del amor fiel y exclusivo de Dios por el hombre y de Jesucristo por la Iglesia.
Su recíproca santificación la obtienen imitando el amor siempre fiel de Dios por el hombre y de Jesucristo por la Iglesia.
A veces esta imitación es un verdadero martirio. Pero, ¿acaso no es por el martirio que Cristo nos ganó la redención?

10. Los esposos cristianos deben tener siempre ante los ojos lo que Dios les dice por boca de Pablo: “Maridos, amen a su esposa, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para santificarla. Él la purificó con el bautismo del agua y la palabra, porque quiso para sí una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada. Del mismo modo, los maridos deben amar a su mujer como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo. Nadie menosprecia a su propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo cuida. Así hace Cristo por la Iglesia, por nosotros, que somos los miembros de su Cuerpo. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos serán una sola carne. Este es un gran misterio: y yo digo que se refiere a Cristo y a la Iglesia”. (Ef 5, 25-32).

11. “Este es un gran misterio”.
Misterio significa: realidad escondida.
La realidad escondida que los esposos cristianos deben tratar de vivir y de manifestar es justamente el modo de amar que tiene Dios y la manera de amar de Jesucristo. Esta es la fuente de la que obtienen su específica santificación.
Soy consciente de que estas palabras probablemente profundicen tu crisis.
Pero este es el Evangelio acerca del matrimonio que se debe anunciar.

Te aseguro con gusto mi oración.
Te deseo en Cristo todo bien y te bendigo.
Padre Angelo