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Pregunta
Buenos días Padre Angelo,
Somos Benedetta y Nicolò, tenemos 10 y 8 años, somos hermanos.
Nos preguntamos por qué en la parábola del buen samaritano el hombre que se detuvo a ayudar fue justo el hombre que se consideraba menos importante, de aquellos con quien los judíos ni siquiera se llevaban bien.
Le deseamos un feliz tiempo de Adviento,
Benedetta y Nicolò
Respuesta del sacerdote
Queridos Benedetta y Nicolò,
1. estoy muy contento de contestaros y os contesto enseguida ya que sois tan jóvenes: ¡8 y 10 años!
Me preguntáis porque el Señor haya escogido en su parábola justo a un hombre samaritano.
2. Pues bien, hay que saber que los samaritanos eran un pueblo formado por la fusión de israelitas y colonos asirios en la época en que los judíos fueron deportados a Babilonia.
Precisamente por esta fusión, los judíos los consideraban impuros, como los paganos. Y por lo tanto no podían participar en los sacrificios.
De hecho, en su momento los judíos habían rechazado la cooperación de los samaritanos en la reconstrucción del templo y prohibieron a los samaritanos participar en los sacrificios que se inmolaban en el templo de Jerusalén.
3. Uno puede preguntarse por qué el Señor, en la parábola, quiso elegir a un sacerdote y a un levita (los levitas, eran los que se encargaban del culto) entre las personas que no se pararon a ayudar.
La razón para los judíos era clara: si hubieran rescatado a ese pobre hombre dejado medio muerto, habrían entrado en contacto con sus heridas y su sangre y de esta manera ya no habrían podido celebrar el culto en ese día.
De hecho, según la ley judía, quien tocaba la sangre se volvía impuro, tenía que purificarse y no podía rendir culto ese día.
4. Con esta parábola el Señor quiere decir, en cambio, que un acto de caridad es más importante y más agradable a Dios que cualquier observancia de la ley.
Y elige a un samaritano para decir que ante Dios es más agradable un hombre despreciado por los judíos por ser considerado impuro que uno que se mantiene puro según la ley para adorar, pero que carece de caridad.
5. Quiero señalar que esa impureza sólo se refería a la celebración del culto.
No era una impureza que manchara el corazón. Es decir, no se trataba de un pecado.
6. Queridos Benedetta y Nicolò, mañana es la fiesta de la Inmaculada, la Mamá de Jesús que nunca ensució su corazón con el pecado.
Os deseo que la Virgen os mantenga puros. Pero no según la pureza de los antiguos judíos sino de la pureza que habla Jesús cuando dice: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8).
Con placer os recuerdo en mis oraciones y os bendigo.
Padre Angelo