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Querido Padre Ángelo,
Ya le he escrito en el pasado, contándole mi profundo dolor por el fin de mi matrimonio y mi decisión de seguir viviendo fielmente mi unión, a pesar de que mi marido está con otra mujer desde hace casi dos años (la separación se remonta desgraciadamente a hace más de cuatro años, pero entretanto ha habido aventuras anteriores). No voy a volver a repetir el vacío y la decepción que siento, ni el sufrimiento que supone saber que mi marido, el padre de mi hijo, vive, sueña, planea su futuro con otra mujer y los hijos que tuvo de un matrimonio anterior.
En cambio, me gustaría pedirle una sugerencia, un consejo sobre nuestros sobrinos, los hijos de los hermanos de mi marido. Mi esposo soporta a regañadientes que sus sobrinos me llamen tía o me inviten a fiestas familiares. Ahora acaba de nacer otro hijo y esta vez mi marido considera que realmente no hay razón para que me llame su pariente. Le gustaría que la nueva compañera se llamara tía. Además de la herida en mi corazón que supone este nuevo deseo de borrarme, creo que puede causar confusión en nuestro hijo (que ya tiene dificultades para lidiar con toda esta complicada situación) y en los otros sobrinos.
Es evidente que mis cuñados están muy divididos entre los deseos de su hermano y un mínimo de afecto que aún sienten por mí. ¿Qué te parece?
También quiero aprovechar para hablaros de una carcoma que me corroe cada día. Creo que puedes entender que mi único gran deseo es ver a mi familia unida de nuevo y nuestro matrimonio salvado; no pasa un día, a veces ahora, en que no suplique a la Sagrada Familia y en particular a San José, esposo y padre, por este milagro. Sé que los caminos del Señor son inescrutables, pero no puedo entender y me produce tanta confusión cómo puede preferir de alguna manera la nueva unión de mi marido y bendecirla con felicidad, éxito, afecto a pesar de ser el fruto de dos matrimonios rotos. Le he rezado tanto y le sigo rezando para que al menos permita a nuestro hijo vivir, después de este gran sufrimiento, en una familia unida, con dos padres que se quieren, y no en una familia extensa llena de desconocidos. Pero hasta ahora todo, cada acontecimiento, no hace más que dividirnos más y más y, en cambio, reforzar el otro vínculo.
Te confío mis dudas, mis lágrimas, mis esperanzas a tu oración.
Muchas gracias
Querida,
Para resolver su problema hay que buscar la verdad de las cosas. Y esto nos lo da Dios, Jesucristo, que dijo en el capítulo 19 del Evangelio de Mateo sobre el matrimonio: «¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer; y que dijo: «Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne»? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido. » (Mt 19,4-6).
2. Aunque tu marido se haya ido con otra mujer, sigue siendo tu marido. Aunque a los ojos del mundo, que aprueba el divorcio y las segundas nupcias, él es considerado su nuevo marido, en realidad no es su marido. A los ojos de Dios es un cohabitante, un adúltero.
3. Eres uno con tu marido y has adquirido vínculos que permanecen para siempre. Al igual que sigues siendo tía de los hijos de tus hermanos, aunque mueran, también sigues siendo tía de los hijos de los hermanos de tu marido, aunque éste se vaya con otra mujer. Mientras vivas, esta otra mujer nunca podrá ser tía de los hijos de sus hermanos, aunque se llame así. Porque sólo contigo, tu marido es uno. No es uno con nadie más.
4. Por eso eres su tía ante Dios y lo sigues siendo, aunque los hijos de tu marido no lo reconozcan. Por lo tanto, no sólo es correcto que te llamen tía, sino que también sería incorrecto (es decir, un pecado, una falta) que dejaras de reconocerte como su tía. Tienes todos los deberes de un familiar, de una tía, hacia ellos. Por lo tanto, debes hacerte oír en los buenos y malos momentos de sus vidas y compartir los tuyos. Como una extensión de esto, lo que el Señor dijo sobre ti y tus nietos se aplica también a ti: « Que el hombre no separe lo que Dios ha unido» (Mt 19:6).
5. Por lo tanto, sigue así, mostrando también con este comportamiento que el vínculo contraído ante Dios es el único que existe y que ningún otro vínculo -aunque sea reconocido y aprobado por las leyes humanas- puede destruirlo o sustituirlo. Aun así, sigues siendo testigo de la indisolubilidad de un verdadero matrimonio.
Me alegro de que estés rezando por la reunificación de tu familia según la voluntad de Dios.
A tu oración añado la mía por todos vosotros y os bendigo.
Padre Ángelo