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Pregunta

Querido padre Angelo,
antes que nada quiero agradecerle que me haya inscripto en la Confraternidad del Santo Rosario al comienzo de noviembre, porque he podido comprobar personalmente los beneficios espirituales y materiales que se obtienen. Creo que la comunitaria, aun en esta forma tan peculiar, sea la dimensión más auténtica de una oración como la del Rosario. Siento que mis rosarios son más amplios, completos, profundos. Entre otras cosas es hermoso saber que se está en unidad espiritual con tantos hermanos que combaten la buena batalla, dándose ánimo y gracia mutua en vistas del fin último, que es la salvación de nuestras almas y de las de todos nuestros hermanos dispersos por la tierra.
Tengo una pregunta para usted. Hace algunos domingos atrás en mi parroquia, durante la misa, esperaba mi turno para confesarme. Había cola, mientras esperaba,  la misa estaba por terminar y comenzó la distribución de la comunión. Yo estaba en pecado mortal y no podía comulgar. Una vez en el confesionario, el sacerdote me dijo que habría podido tomar la comunión si estaba esperando confesarme. Yo le respondí que sabía que era buena norma no hacerla nunca sin haberse confesado antes. Después de una breve  (amigable) discusión, yo concluí que habría seguido ateniéndome a esa buena regla: en caso de pecado mortal, siempre antes la confesión y luego la comunión. ¿Qué piensa usted de esto?¿El que espera confesarse en el arco de pocos minutos, puede comulgar? A mí me parece que no, porque pienso que la confesión extirpe realmente el veneno del pecado en el alma, por tanto comulgar con la sola intención de confesarse, aunque se realice efectivamente después de diez minutos, se cumple igualmente el sacrilegio de recibir a Cristo en un alma sucia, por más arrepentida y bien dispuesta que esté. No se trata de creer o no en la efectiva existencia de estas realidades espirituales. De otra manera daría igual abolir la confesión y hacerse a propio gusto un arrepentimiento autónomo, lo cual es obviamente absurdo.
Un afectuoso saludo,
Paolo


Respuesta del sacerdote

Querido Paolo,

1. hiciste bien en decir al  sacerdote que te habrías atenido a “esa buena regla” de anteponer la confesión a la Santa Comunión, en caso te hallaras en pecado mortal. Sin embargo, no se trata solamente de una buena regla, sino de un deber.

2. De hecho te dabas cuenta de que tu alma estaba sucia, como dijiste, y habría sido un insulto recibir la Santa Comunión en ese estado.
La Sagrada Escritura dice que: La Sabiduría no entra en un alma que hace el mal ni habita en un cuerpo sometido al pecado (Sab 1, 4).

3. La absolución sacramental cambia instantáneamente el estado del alma. Le saca en seguida “el veneno del pecado” de la misma manera en que Jesús sanaba a los enfermos y expulsaba a los demonios.

4. Por eso san Juan Pablo II después de haber recordado que el Catecismo de la Iglesia Católica establece que “quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar” (CIC 1385) afirma: “Deseo, por tanto, reiterar que está vigente, y lo estará siempre en la Iglesia, la norma con la cual el Concilio de Trento ha concretado la severa exhortación del apóstol Pablo, al afirmar que, para recibir dignamente la Eucaristía, « debe preceder la confesión de los pecados, cuando uno es consciente de pecado mortal »”(Ecclesia de Eucharistia 36).

5. La expresión “está vigente, y lo estará siempre” da a entender que no se trata simplemente de una disciplina de la Iglesia, sino de una exigencia que emerge no solamente del sentido común, sino de la Sagrada Escritura.
En efecto en la primera carta a los Corintios se puede leer: “Que cada uno se examine a sí mismo antes de comer este pan y beber esta copa” (1 Cor 11, 28).
Es evidente que ese se examine y ese antes significa que debe hacerse lo necesario para comulgar dignamente.

6. Por eso San Agustín rechaza fehacientemente que se pueda comulgar no obstante exista el propósito de confesar el pecado grave.
Recuerda la práctica en esa época vigente, que no sólo no se podía comulgar antes de haberse reconciliado con la Iglesia, sino que no se podía ser reconciliados – es decir, recibir la absolución- si antes no se había cumplido con la Penitencia.
Y concluía: “Entonces, ¿se dijo inútilmente: Lo que desatéis en la tierra será desatado en el cielo? Entonces, ¿se confiaron si valor alguno las llaves a la Iglesia? ¿Esquivo el Evangelio y las palabras de Cristo?” (Sermón 392, 3).

7. Respondiendo de este modo al confesor demostraste que posees ese “sensus fidei” del pueblo cristiano en el que no hay error, como garantiza el Concilio Vaticano II: “La totalidad de los fieles, que tienen la unción del Santo (cf. 1 Jn 2, 20 y 27), no puede equivocarse cuando cree, y esta prerrogativa peculiar suya la manifiesta mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo” (Lumen Gentium 12).
Sigue comportándote así.

8. Quiero agradecerte además por el testimonio que has querido compartir acerca de la eficacia del santo rosario rezado en comunión espiritual con la Confraternidad del SS Rosario.
Sí, vale, y muchísimo, rezarlo individualmente.
Pero, al pertenecer a la confraternidad del SS Rosario, hay una comunión profunda con la oración y los méritos de otros muchos que unidos con un mismo vínculo se enriquecen los unos de los méritos de los otros.

Te deseo una Santa Navidad rica de gracia y de paz.

Te recuerdo al Señor y te bendigo.
Padre Angelo