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Cuestión

Querido Padre Ángelo,

En primer lugar, gracias por su precioso servicio. Mi duda se refiere al papel del sufrimiento humano. He leído los testimonios de algunos místicos cristianos, reconocidos como tales por la Iglesia, sobre las almas del purgatorio. El purgatorio es descrito, por ejemplo, por Natuzza Evolo, como una dimensión de gran dolor en la que los difuntos deben permanecer durante ciertos periodos de tiempo, para expiar los pecados no mortales cometidos en vida, antes de poder entrar en el Paraíso.

Tengo entendido (corregidme si me equivoco) que la duración de este tiempo de estancia y la intensidad del sufrimiento sólo pueden ser mitigados por Dios a estas almas si los vivos en la tierra rezan por ellas, ofrecen misas en su sufragio o les dedican su sufrimiento terrenal. Lo que me cuesta entender es el sentido de la «necesidad» del dolor como sine-qua-non razonado para ver al Padre. Entonces, ¿el verdadero «afortunado» es sólo el que sufre? Entonces, ¿los médicos, farmacéuticos, trabajadores sanitarios y sociales que intentan reducir el dolor de las personas están alejando a sus pacientes de la verdadera alegría? Así que, en cambio, los que hacen sufrir a los demás son, a su pesar, desde el punto de vista de las víctimas, los verdaderos “buenos”, ¿incluso hay que darles las gracias? 

¿Qué grado de expiación corresponde a quienes viven una vida larga, sana y serena y cometen pecados no mortales? ¿Por qué mecanismo los placeres terrenales, transmitidos por nuestros pobres y limitadísimos sentidos fisiológicos, se pagan alejándonos del Placer Supremo (la visión del Padre Celestial) y en cambio los dolores terrenales nos recompensan acercándonos a la Luz? Si, absurdamente, mañana por la mañana los científicos anunciaran que han encontrado la panacea, ¿qué debería hacer el cristiano que sufre, rechazarlo? Si el día de mañana apareciera una droga, una hierba, un microchip cerebral capaz de hacernos a todos «felices» (siempre desde el punto de vista de los sentidos, del estado de ánimo, de la «carne») durante toda la vida y sin los efectos secundarios de las actuales sustancias conocidas, ¿representaría esto una amenaza espiritual para el hombre?

Sin embargo, los milagros de curación física existen.

Sí, Padre Ángelo, estoy bastante confundido.

Gracias de nuevo.

Mario 


Respuesta del sacerdote

Querido Mario,

1. la visión que me presentas es más budista que cristiana. Según los budistas, pero no sólo según ellos, la vida actual es una vida de purificación en la que uno se reencarna varias veces para purificarse perfectamente y entrar en el llamado Nirvana. La vida cristiana, en cambio, es una vida en la que se crece cada vez más en el amor a Dios, en la comunión de vida con Él y con los hermanos.

2. Por supuesto, también hay sufrimiento en la vida. Pero esto es precioso sólo en la medida en que sirve para crecer en el amor. La vida cristiana no es una vida de sufrimiento. Tampoco es esencialmente una vida de purificación, aunque ésta sea indispensable para que nuestro amor sea cada vez más puro y santo.

3. Está claro que si te fijas sólo en el purgatorio estoy de acuerdo contigo en que el sentido de ese estado de vida es la purificación de nuestro amor, de nuestra caridad. Pero, así como no es correcto mirar sólo las cárceles para concluir que el sentido de la vida es el de la expiación, tampoco es correcto mirar sólo el purgatorio para entender el sentido de la vida del hombre y más aún de la vida cristiana. Sobre todo, porque algunos ni siquiera pasan por el purgatorio para llegar al cielo.

4. A continuación escribes: «He entendido (corrígeme si me equivoco) que la duración de este tiempo de estancia y la intensidad de los sufrimientos pueden ser mitigados por Dios a estas almas sólo si los vivos en la tierra rezan por ellas, ofrecen misas en su sufragio o les dedican sus sufrimientos terrenales». Ya que dices «corrígeme si me equivoco», te corregiré con gusto. Los sufrimientos del purgatorio no son mitigados por Dios, sino que es la propia alma la que, aceptando la caridad que le dan los vivos, se purifica. Es como si le cayera una escama tras otra.

5. Además, los vivos sólo pueden ayudar a las almas del purgatorio mediante la caridad, que abarca la oración, el ofrecimiento del propio trabajo, los actos de amor a Dios y al prójimo, la celebración de la Santa Misa…También abarca los sufrimientos si se viven en unión con los sufrimientos expiatorios de Cristo. Pero los sufrimientos, si no se viven en unión con Cristo y, por tanto, como un acto de amor, no sirven de nada.

6. Vuelves a escribir: «¿Por qué mecanismo los placeres terrenales, transmitidos por nuestros miserables y limitadísimos sentidos fisiológicos, se pagan con el alejamiento del Placer Supremo (la visión del Padre Celestial) y los dolores terrenales nos recompensan acercándonos a la Luz?»

Lo que dices, aunque en forma de interrogativo, es bastante erróneo. ¿Por qué hay que pagar los placeres terrenales? Pero ¿no ha querido Dios, nuestro Creador, el placer como estado de satisfacción de nuestras necesidades? ¿Por qué va a ser malo celebrar una victoria, una graduación, aprobar un examen o una enfermedad? ¿Por qué alimentarse tres veces al día es malo y hay que pagar por ello? Como puede ver, lo que usted cree erróneamente que es el evangelio no está de acuerdo con el evangelio.

7. Pero los placeres desordenados son otra cosa. Estos, sí, son malos y requieren una medicina y un correctivo.

8. Si un día se eliminara todo el sufrimiento, sólo habría motivos para alegrarse. Pero esto seguiría sin resolver el problema fundamental de la vida humana, que se nos ha dado para prepararnos para el Paraíso mediante una comunión de amor cada vez más profunda con Dios y con el prójimo.

Con la esperanza de haber eliminado alguna confusión, te aseguro con gusto mi oración (que no es un sufrimiento, sino una alegría) y te bendigo.

Padre Ángelo