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Estimadísimo Padre Angelo,
necesito que me esclarezca algo respecto al sacramento de la confesión.
Cuando el sacerdote omite que se rece el pésame al final de la confesión, la misma ¿puede considerarse válida? Me ocurre siempre más a menudo y con un número mayor de sacerdotes: también me sucedió que mientras lo decía debía omitir la frase “porque pecando merecí tus castigos”  (literalmente traducido de la versión italiana, que no corresponde a la oración original en español). Un sacerdote en cambio me pide que diga “Señor ten piedad, Cristo ten piedad, Señor ten piedad”.
Cuando puedo, digo el pésame, por mi cuenta cuando vuelvo al banco, antes de comenzar con la penitencia, o bien, antes de entrar en el confesionario.
No quisiera ser víctima de un exceso de celo, sin embargo no siempre me siento tranquilo de haber sido válidamente absuelto. Me pregunto, además, por qué razón a menudo no piden que se rece.
Le agradezco su valiosísima obra de apostolado, es también gracias a ello que seis años atrás comencé un camino de conversión: pueda el Señor premiarlo por esto.
Le saludo cordialmente.
Marco


Respuesta del sacerdote

Querido Marco, 
1. el Rito de la Penitencia establecido por la Santa Sede prevé: “Después el penitente manifiesta su contrición y el propósito de una vida nueva por medio de alguna fórmula de oración, con la que implora el perdón de Dios Padre. Es conveniente que esta plegaria esté compuesta con palabras de la Sagrada Escritura”.
Prevé también que  “el sacerdote, después que el penitente ha terminado su oración, …dice la absolución, cuya parte esencial son las palabras; «Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo» (RP, 19).

2. Por lo tanto es necesario expresar el propio pesar con una oración.
Mientras que antes la única oración prevista era el consabido Pésame, ahora el ritual contempla otras más. Más exactamente propone diez.
Sin embargo la primera es la tradicional, que ayuda al penitente a pasar de un dolor imperfecto por los propios pecados (“porque pecando merecí tus castigos” -traducción literal del italiano, no coincidente en español– que aquí correspondería a: “por el infierno que merecí») al dolor perfecto (pero mucho más por haber ofendido a un Dios tan bueno y tan grande como Tú).
Prosigue después con el propósito de evitar el pecado en adelante, pues si no hay tal propósito no hay verdadero arrepentimiento.
Este propósito se expresa así: “Y propongo firmemente no pecar más y evitar las ocasiones próximas de pecado”.

3. Una nota de la  Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos del 2015 titulada “para descubrir el rito de la penitencia” acerca del “pésame” dice: “El sacerdote continúa el diálogo con el penitente invitándolo «a manifestar su contrición» con una oración” (RP 45).
Esto coloca nuevamente en primer lugar la dimensión litúrgica del sacramento. El rito exige que quede claramente manifiesta la contrición mediante la oración, ofreciendo para ello una amplia posibilidad de fórmulas. De hecho el Ritual ofrece diez posibles plegarias (cf. RP 45).
Aunque, como para las perícopas bíblicas, en cada celebración se adopta solamente una, meditar sobre cada uno de los textos propuestos puede ayudar a descubrir las múltiples facetas de la piedra preciosa engarzada en este momento del sacramento. La meditación ayudará a las personas a prepararse para la confesión y decir, de todo corazón, dichas palabras durante la celebración sacramental.
La primera fórmula propuesta por el RP 45 es una oración tradicional que muchos conocen como “Pésame”. Superó la prueba de los siglos y tal vez no haya necesidad de comentar. El Jubileo es de todos modos la ocasión para poner en evidencia las palabras y la profundidad teológica con la que esta plegaria se concluye en latín.

4. Los teólogos moralistas dicen que a veces se puede dispensar de decir verbalmente el pésame, porque el penitente puede haberlo ya manifestado ampliamente acusando los propios pecados, o bien por falta de fuerza. Pero en general es justamente la misma naturaleza del sacramento que exige la oración del penitente. La celebración del sacramento es un acto de culto y éste se expresa también con la oración.
Por lo tanto el sacerdote no puede arbitrariamente suprimir el “pésame”

5. Sin embargo, decir el pésame no es necesario para dar validez al sacramento.
Si el sacerdote no lo requiere, quita al fiel del mérito y de la devoción de esa oración.
Puede ocurrir a veces, que hablando con el penitente el sacerdote se olvide de pedir el “pésame”.
Pero el fiel no debe dudar acerca de la validez de la confesión.

6. Dices que en previsión de que el sacerdote pueda no pedírtelo, rezas el pésame por tu cuenta antes o después de la confesión. Esto es sencillamente excelente.

7. El sacerdote que te pidió que omitieras las palabras “porque pecando merecí tus castigos” cometió un error. Porque  no se trata de castigos infligidos por Dios, sino de castigos a los que el hombre pecador, por falta grave o mortal, se expuso por sí mismo separándose de Dios y colocándose bajo el poder de su adversario.
Se dice “tus” porque el demonio no podría hacer nada sin el permiso divino.

8. Esta es pues la primera de las fórmulas:
Pésame, Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí, pero mucho más me pesa, porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como tú. Antes quisiera haber muerto que haberte ofendido. Propongo firmemente no pecar más y evitar todas las ocasiones próximas de pecado. Amén.

9. Estas son otras más:

Acuérdate Señor de tu compasión y de tu amor, porque son eternos.
No recuerdes mis pecados: por tu bondad, Señor, acuérdate de mí según tu fidelidad. ¡Lávame Señor totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado!
Porque yo reconozco mis faltas y mi pecado está siempre ante mí.

Padre, he pecado contra ti, no soy más digno de ser llamado hijo tuyo. Ten piedad de mí, pecador. 

Padre Santo, como el hijo pródigo, me entrego a tu misericordia: «he pecado contra ti, no soy más digno de ser llamado hijo tuyo».
Cristo Jesús, Salvador del mundo, que abriste al buen ladrón las puertas del paraíso, acuérdate de mí en tu Reino.
Espíritu Santo, fuente de paz y amor, haz que purificado de toda culpa y reconciliado con el Padre yo camine siempre como hijo de la luz.

Señor Jesús, que sanabas a los enfermos y abrías los ojos de los ciegos, tú que perdonaste a la pecadora y confirmaste a Pedro en tu amor, perdona todos mis pecados y crea en mí un corazón nuevo, para que pueda vivir en unión perfecta con los hermanos y anunciar a todos la salvación.

Te bendigo, te recuerdo en la oración y te deseo todo bien
Padre Angelo