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Buenos días Padre Angelo,
Tengo una gran duda acerca de la manera en que debo relacionarme con Jesús. Me explico…Jesús nos enseña el Padrenuestro y nos invita a dirigirnos al Padre con confianza y hasta con insistencia. Y bien, yo oro y me dirijo al Padre, pero como todos lo hago directamente con Jesús, pero también rezo a María, a mi Ángel de la Guarda etc..
Hoy me han dicho que no es muy adecuado dirigirse directamente a Jesús. En resumen tendríamos que dirigirnos a Jesús mediante María, además Jesús no podía hacer otra cosa que enseñarnos a orar al Padre, pero que María al ser la Madre de Dios, debe tener un rol como de “filtro” (sintetizo) entre nosotros y Jesús.
Aclaro que creo en todo lo que la Iglesia enseña acerca de María, ahora bien, considerando que en Fátima María dijo que ciertas gracias no podía obtenerlas, se me presentan estas dudas:
1. Tengo que considerar a María a la par de Jesús y/o de Dios Padre?
2. Puedo dirigir mis oraciones directamente a Jesús para pedir una gracia, o bien esta opción más directa resultaría menos eficaz que si optara por la intercesión de María pues así el creyente tendría mayor probabilidad de ser escuchado?
3. Puedo dirigirme directamente a Dios Padre como nos enseñó Jesús, o como en la anterior pregunta, mi oración a Dios Padre, sin pasar por María sería más difícilmente aceptada?
Hago estas preguntas porque me han dicho que mi manera de orar directamente a Dios Padre y/o Jesús, sin pasar por María (a quien de todos modos rezo cada día) demostraría que no soy mariano y por lo tanto no soy cristiano.
Desde ya le agradezco y saludo cordialmente.
Stefano
Respuesta del sacerdote
Querido Stefano,
1. no te dejes confundir.
El criterio del comportamiento en la oración es el que ofrece la Iglesia.
Ahora bien, la Iglesia en su oración se dirige directamente a Jesús.
Piensa sencillamente en la oración que el sacerdote en nombre de todos dice durante la liturgia eucarística: «Señor Jesucristo que dijiste a tus apóstoles, “la paz os dejo, la paz os doy” no mires nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y dale unidad y paz según tu voluntad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos».
2. Es más, el mismo Espíritu Santo nos invita a dirigirnos directamente a Jesús. El último diálogo personal en la Sagrada Escritura es un diálogo entre la Iglesia, presentada como la esposa, y el Esposo, Jesús: “El Espíritu y la esposa dicen: «Ven!» Y quien escucha, repita: «Ven!» (Ap 22,17).
3. Por qué pues la Iglesia no habría de dirigirse directamente a Jesús? ¿No es acaso su Esposa?
Desde cuándo el Esposo y la Esposa tendrían que llamar a un intermediario para comunicarse entre ellos?
4. La pregunta que has hecho, invita a aclarar mejor el papel de María.
La posición de la Virgen, no está fuera de la Iglesia, sino que es la parte más hermosa, más alta y más agradable a Dios.
Es Madre de la Iglesia y al mismo tiempo su hija.
Cada vez que nosotros rezamos junto con la Iglesia, sin pensarlo rezamos junto a la Virgen.
5. Santo Tomás recuerda que Jesús, enseñándonos a orar diciendo “Padre nuestro” y no “Padre mío”, quiere que lo que pedimos, no lo pidamos solamente para nosotros mismos, sino también para toda la Iglesia.
Más aún, quiere que oremos en su nombre. Entre varios significados, rezar en su nombre significa rezar en la caridad, es decir en comunión con toda la Iglesia.
Así que cuando nosotros rezamos en comunión con toda la Iglesia, lo hacemos junto a la Virgen, aunque no la invoquemos explícitamente.
Ella maternalmente acompaña nuestra oración haciéndola suya y presentándola a Dios Padre con su inmaculado corazón.
6. cuando Bernadette en Lourdes, durante las apariciones. rezaba con el Rosario, veía que la Virgen no movía los labios, pero deslizaba las cuentas del rosario que tenía en la mano.
Este movimiento significaba justamente eso: que la Virgen estaba con ella mientras oraba, hacía propia la plegaria de Bernadette y la presentaba al Padre con su corazón puro, santo, inmaculado, para Él sumamente agradable.
7. Por eso en la oración no hace falta decir explícitamente que se desea la mediación de María: porque ella ya está presente, aunque no pensemos en ello.
La Virgen se nos adelanta siempre y nos acompaña en la oración: cuando oramos lo hace con nosotros y ora por nosotros.
8. Por supuesto que a veces invocamos y alabamos expresamente la mediación de María. La primera en hacerlo fue su prima Isabel, cuando movida por el Espíritu Santo, exclamó: “A qué debo que la Madre de mi Señor venga a mí?
Por eso es correcto que nos dirijamos directamente a María.
9. Con todo, nos dirigimos a Ella de modo diferente a como lo hacemos con Jesús y con el Padre porque a Ella le decimos: “ruega por nosotros” por lo tanto en el ámbito de la intercesión, mientras que dirigiéndonos a Jesús y al Padre decimos: “ten piedad de nosotros”, porque Jesús y el Padre son la fuente de toda gracia.
Por lo tanto no es una oración parificada. María está en un nivel subordinado, que es el de la intercesión y de la mediación.
10. Por lo tanto a la objeción que no debes pasar directamente al Padre y a Jesús sin la mediación de María, debes responder que la mediación de María ya existe, porque oramos como hijos de la Iglesia e hijos de Aquella que es la máxima expresión de la Iglesia.
Te bendigo, te deseo todo bien y te recuerdo en la oración.
Padre Angelo