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Querido Padre Angelo, buenos días y feliz Domingo.
Quería preguntarle algo: mi párroco me dijo, después de haberme confesado durante dos años, que puedo comulgar no obstante el vicio solitario.
Acudí también a un psicólogo, para ententender las motivaciones de mis incesantes caídas, y mi padre espiritual me dijo que puedo y debo tomar la comunión , en vez de confesarme cada vez que caigo, porque “no puedo hacer lo que se me ocurre” y debo hacer lo que me dice.
Me dijo que de esta manera me privo de la comunión, acto común, porque Cristo dice “Tomen y coman”, y no “toma”, y además me dijo que todos pecamos, que la Comunión no es el premio para los perfectos etc…
(…).
En fin, ¿debo hacer lo que me dice? Él me dice que no tengo que demonizar este asunto, porque hay otros muchos pecados peores que este. Yo comulgué en este estado, pero no lo viví bien…
Ni bien caigo, pienso que debo confesarme enseguida.
Oro por usted.
Respuesta del sacerdote
Muy querido,
1. el acto impuro es objetivamente un pecado grave.
Subjetivamente puede ser menos grave si hay razones que influyen sobre el intelecto y la voluntad al punto que el sujeto no goza de plena conciencia de la mente (no sabe lo que está haciendo y tampoco sabe que se trata de un acto grave) y no tiene dominio sobre el acto.
La plena advertencia de la mente y el deliberado consentimiento de la voluntad son las dos condiciones, que juntamente con la gravedad de la materia, hacen que un acto sea objetivamente pecado grave y haga perder esa comunión con Dios que llamamos estado de gracia.
2. Yo no quiero mínimamente juzgar tu responsabilidad subjetiva porque no te conozco ni estamos ante una confesión sacramental.
Me limito tan sólo a considerar las motivaciones que mencionó tu párroco, motivaciones -dices que de hecho no te satisfacieron. Y justamente, lo cual te honra.
Aclarado esto, puede ser que en ti subsistan motivaciones reales, que tal vez el párroco no te ha querido revelar, que convierten el acto menos grave de lo que objetivamente es.
Las que ha manifestado en cambio son insuficientes.
3. La primera motivación señalada acerca del hecho que nuestro Señor dijo: “Tomen y coman todos”, en plural. Queriendo decir de esta manera que se trata de un acto comunitario.
Es cierto que la Eucaristía no es un acto puramente individual, sino un acto cumplido en comunión con Cristo y con la Iglesia.
Sin embargo, si alguien ha interrumpido su relación con Cristo y la Iglesia, primero debe reconciliarse.
Lo dijo Nuestro Señor por boca de Pablo con un texto muy importante: “Por eso, el que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente tendrá que dar cuenta del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Que cada uno se examine a sí mismo antes de comer este pan y beber esta copa; porque si come y bebe sin discernir el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación”(1 Cor 11,27-30).
También en la primera comunidad cristiana de Corinto habían desórdenes y la comunión eclesial estaba rota.
Pero justamente por esto Dios dijo por boca de San Pablo que es necesario antes examinarse a sí mismos, hacer lo que debe hacerse es decir reconciliarse, y después comer del Cuerpo y de la Sangre del Señor.
De otro modo comulgar sería solo ficción, porque de hecho no existiría comunión.
Con la consecuencia que, profanando el sacramento, se comería y bebería la propia condenación.
4. Por esto Juan Pablo II en la encíclica Ecclesia de Eucharistia dijo: “La integridad de los vínculos invisibles es un deber moral bien preciso del cristiano que quiera participar plenamente en la Eucaristía comulgando el cuerpo y la sangre de Cristo. El mismo Apóstol llama la atención sobre este deber con la advertencia: « Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa » (1 Co 11, 28). San Juan Crisóstomo, con la fuerza de su elocuencia, exhortaba a los fieles: «También yo alzo la voz, suplico, ruego y exhorto encarecidamente a no sentarse a esta sagrada Mesa con una conciencia manchada y corrompida. Hacer esto, en efecto, nunca jamás podrá llamarse comunión, por más que toquemos mil veces el cuerpo del Señor, sino condena, tormento y mayor castigo».
Precisamente en este sentido, el CIC (n. 1385) establece: «Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar». Deseo, por tanto, reiterar que está vigente, y lo estará siempre en la Iglesia, la norma con la cual el Concilio de Trento ha concretado la severa exhortación del apóstol Pablo, al afirmar que, para recibir dignamente la Eucaristía, «debe preceder la confesión de los pecados, cuando uno es consciente de pecado mortal» (EE36).
5. Tu párroco dijo: “todos pecamos”. Esto es cierto por lo menos en cuanto a los pecados veniales, pero no es cierto que todos cometen pecados mortales o viven en pecado mortal.
De todas formas, ante un pecado mortal antes de comulgar, hay que confesarse.
San Agustín diría: ¿por qué Jesús instituyó el sacramento de la confesión? He aquí sus textuales palabras: “Entonces, ¿se dijo inútilmente: Lo que desatéis en la tierra será desatado en el cielo? Entonces, ¿se confiaron sin valor alguno las llaves a la Iglesia? ¿Esquivo el Evangelio y las palabras de Cristo”? (Sermón 392, 3).
No es suficiente decir “todos pecamos” para sostener que no es necesaria la confesión.
6. Y al final dijo que “la Comunión no es el premio para los perfectos etc…”.
Sí, es cierto, la comunión no es el premio para los perfectos porque de otro modo ninguno de nosotros podría comulgar.
Sin embargo para tomar la Santa Comunión, que es un sacramento que hace crecer la vida de la gracia (por eso en un canto eucarístico se dice “Tú del débil eres vigor”), debe suponer la presencia de la gracia.
Si la gracia no está, hay que recuperarla.
Ahora bien, el sacramento que Cristo instituyó para recuperar la gracia no es el de la eucaristía, sino el de la confesión sacramental.
Con ello será siempre verdad el hecho que si alguien comulga en pecado mortal comete un sacrilegio. Es solamente una comunión ritual, y no una verdadera comunión.
7. Esto es todo lo que me ha parecido necesario decirte.
Repito: puede ser que el párroco tenga otras motivaciones y sea oportuno que te atengas a lo que te dice.
Sin embargo, las motivaciones que me has presentado, no son suficientes.
Mientras te agradezco de corazón por la oración que me has ofrecido, te deseo todo bien, te garantizo la mía y te bendigo.
Padre Angelo