Questo articolo è disponibile anche in: Italiano Inglés Español Portugués

Queridísimo Padre Angelo,
Antes que nada deseo agradecerte de corazón por toda la dedicación con la que te ocupas de este siempre utilísimo sitio «Un sacerdote responde». Otras veces en el pasado, te he escrito para obtener algunas aclaraciones, consejos y dilucidaciones y siempre he encontrado en ti una referencia segura con quien contar. Estoy seguro de que fuiste, eres y serás de ayuda para muchísimas personas.
Esta vez, deseo escribirte para tratar un tema que es de fundamental importancia para mí, ya que en estos últimos meses está ocupando siempre más mi corazón, pero también es fuente de un tormento interior que a veces se vuelve muy fuerte.
En primer lugar me presento brevemente. Mi nombre es…, tengo casi 20 años y vivo en …
Desde chico, también gracias al testimonio de fe de algunos miembros de mi familia, he sentido un gran interés e íntima atracción por lo que podría definir la «esfera religiosa». En pocas palabras, por ejemplo, me fascinó siempre el rito de la Santa Misa, el sagrado ministerio del sacerdocio, el grandioso misterio de la Eucaristía…
Ahora, después de haber madurado en edad y teniendo que pensar en el rumbo a tomar para el futuro, surgió en mí la pregunta de las preguntas: «Por qué no optar por el sacerdocio? Siento una gran fascinación por varios aspectos y funciones del sacerdote. Tengo un gran deseo de poderlos yo mismo ejercitar, como ministro ordenado en el servicio al Señor y a la Iglesia. Me encantaría, por ejemplo, poder encontrar a las personas, escucharlas, darles la posibilidad de reconciliarse con el Padre a través del Sacramento de la Confesión, tratando de aconsejar u orientar sobre el camino a seguir a la luz de las enseñanzas de Jesús. O también ir de casa en casa o a los hospitales para visitar enfermos y ancianos, llevarles una palabra de consuelo y sobre todo a Cristo mismo en la Hostia consagrada. Y más, poder celebrar la Santa Misa… Cada tanto me pregunto a mí mismo lo que también San Juan María Vianney, esto es ¡si el sacerdote se da cuenta qué tan grande es su ministerio! Dios le obedece: él pronuncia dos palabras y Nuestro Señor baja del cielo a su llamado y se encierra en una pequeña hostia.
Aclarado todo esto, quiero exponerte dos límites, que tienen un peso muy relevante y que de hecho me impiden tomar la decisión de emprender el camino para consagrar mi vida a Dios.
Comienzo con el primero, el que más me atormenta, es tener que renunciar para toda la vida a tener una familia propia. A menudo, observando a mis pares, nace en mí el deseo de tener una novia, una persona para amar… esto como te decía, es causa de un gran sufrimiento interior, porque como bien sabemos, las dos cosas juntas no pueden coexistir. Siempre me pregunto, ¡cómo han podido ustedes lograr, incluso los que son sacerdotes tal vez desde hace muchos años, renunciar para siempre a una compañía femenina en vuestra vida…!
El segundo obstáculo se refiere a mi salud psicológica. Desde hace poco más de tres años estoy haciendo psicoterapia por problemas de ansiedad, que me han impedido vivir algunas situaciones que otras personas enfrentan con naturalidad, como por ejemplo permanecer en un lugar cerrado con mucha gente, etc.. Pero, sobre todo, me ha impedido terminar mis estudios, por lo que me paré al comienzo del cuarto año de la escuela secundaria. Varias veces intenté retomar esta importante etapa del estudio, pero todavía no encontré la modalidad adecuada a mis exigencias personales y así acabar con el segundo ciclo de instrucción, requisito indispensable para un eventual ingreso en el Seminario…
Sin embargo, esperando que sea cierto lo que continuamente se me dice, es decir, que ciertos problemas no están destinados a permanecer para siempre, este segundo obstáculo quedaría en segundo lugar. Creo que en definitiva se trata de abandonarse en el buen Dios, para que preserve mi salud y me ayude a recuperarme después de esta importante caída.
Ahora me detengo; me doy cuenta de que me he extendido demasiado, perdóname…
Después de haberte contado un poco toda mi historia, te pido sencillamente un consejo sobre la situación que me concierne. ¿Cómo entender el proyecto que Dios tiene para mí, lo que Él quiere que haga con la vida que me ha donado?
Quedo aguardando tu contestación, esperando poder seguir el diálogo para llegar a hermosas, fructíferas y satisfactorias conclusiones.
Mientras, te agradezco profundamente, de corazón. He leído muchas de tus respuestas a otras personas en búsqueda, y me ha impactado mucho tu calor humano, la amabilidad en aconsejar, animar y orientar sus pasos.
Te recuerdo con mucha alegría en mi oración y te deseo buenas noches en el Señor.
De corazón
F.

________________________________________________________________________


Respuesta del sacerdote 

Muy querido,

1. Me sentiría muy feliz si tu vocación fuera la del sacerdocio.
Según lo que escribes, me parece que tú también desearías mucho este llamado.

2. Me has planteado los problemas que te angustian.
El primero, respecto al deseo de formar una familia y tener a alguien para amar. Este problema es muy fácil de solucionar para un sacerdote que esté colmado por la presencia de Dios.
Como recuerda Santo Tomás, sólo Dios sacia y todo lo que es menos que Dios no sacia.

3. Si una persona está unida a Jesucristo, el problema está superado, porque goza continuamente de una presencia en el interior del corazón que supera en dulzura y suavidad a cualquier otra presencia.
Al mismo tiempo, con la presencia personal de Jesús en el corazón, se vive amando. Es más, amando a todos y dando a todos el bien más grande que es el mismo Dios.
El sacerdote que así vive  nunca está solo. Está siempre acompañado, está siempre en comunión.
Comienza a darse cuenta de la soledad cuando afloja la comunión con el Señor.

4. El segundo problema, a mi criterio, es el más importante.
La vocación se manifiesta también a través de las aptitudes de una persona.
El ministerio de un sacerdote implica esencialmente las celebraciones litúrgicas, que se llevan a cabo en comunidad y en un lugar sagrado bien determinado.
Conlleva también formas de catequesis, que también se cumplen en comunidad y en aulas, tipo las de las escuelas.
El ministerio sacerdotal se desarrolla también visitando a los enfermos en sus casas.
Ahora bien, si todo esto constituye un peso psicológico opresivo e insoportable, podemos afirmar que en este momento no está presente un elemento esencial de la vocación.

5. Para tener vocación, como ves, no alcanza admirar un estado de vida determinado y considerarlo el más alto, sublime y más divino que pueda acontecer a una persona.
Sino que son necesarias ciertas aptitudes, inclinaciones, el deseo de vivir según ese estado de vida.

6. A este obstáculo se agrega además el que concierne a los estudios, que son una etapa obligada en el camino sacerdotal. Así como nadie puede ejercitar la medicina si no ha completado todos los estudios, análogamente ocurre otro tanto para el sacerdote.

7. Claro está, como escribiste al final de tu mail, que es cierto que ciertas aflicciones no están destinadas a durar para siempre.
Pueden ser también una prueba temporal que el Señor permite para fortalecer una determinada vocación.
Para ello es necesario rezar y a la vez sacar provecho de la terapia psicológica, porque la gracia no reemplaza a la naturaleza.

Con el deseo que este segundo problema se pueda resolver y puedas conocer la voluntad de Dios, te aseguro mi oración, te bendigo y deseo todo bien.
Padre Angelo