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Cuestión
Buenos días,
Escribiendo para hacer uso de la gran cultura de la Orden Dominicana en un sincero sentimiento de gratitud, me gustaría pedir más explicaciones sobre el pasaje de la liturgia de hoy en el que no he podido participar mucho. En particular la segunda parte del discurso de Samuel: «Sí, Como pecado de hechicería es la rebeldía; como crimen de idolatría terafim es la contumacia. Porque tú has rechazado la palabra del Señor, él te ha rechazado a ti para que no seas rey» (1 Samuel 15,23). Durante las oraciones de hoy nos hemos preguntado por el significado de esta palabra terafim y hemos llegado a definirla como un ídolo (personalmente considerado suntuoso) de la obstinación, no como una entidad sino como un especismo, es decir, viendo en terafim la suntuosidad del pecado de la obstinación (adquirida del padre).
Permitiéndome una búsqueda de este término. (…).
¿Se puede decir volviendo a la conclusión: que por la obstinación hemos perdido el derecho real?
¿Acaso la obstinación no es un pecado aún peor que el pecado que podría haber sido «superado»?
¿Qué bien podemos sacar de ello para volver a nuestra patria que es el cielo?
Respuesta del sacerdote
Querido,
1. La traducción anterior (es decir, la de 1974), aunque no era muy fiel al texto hebreo, decía: «Porque el pecado de adivinación es la rebelión, y la iniquidad y la idolatría son la insubordinación». Ahora, con la traducción de 2008, en lugar de idolatría ponen «terafim» con la conclusión de que nadie sabe lo que son los terafim.
2. Una nota de la Biblia de Jerusalén dice que son ídolos a los que se atribuye la protección de las casas y los bienes» (nota a 1 Sam 15:23). El texto latino de la Vulgata no utiliza la palabra terafim, sino idolatría. Por lo tanto, terafim significa prácticas idolátricas.
3. Buscando el significado espiritual, me parece que la conclusión que has sacado es correcta: la obstinación es hacer un ídolo del propio punto de vista. Es obstinado quien no se deja corregir, quien no se deja iluminar.
4. Cuando te dejas iluminar por la palabra de Dios es lo mismo que convertirte en rey y señor de tu propia vida. Y nos convertimos en señores tan poderosos como para alejar todas las asechanzas de nuestro adversario, que ve en torno a nosotros un cerco puesto por Dios que nos protege (cf. Gb 1,10).
5. En cambio, cuando nos desviamos de la ley de Dios y pecamos, es lo mismo que ponernos en manos de nuestro adversario que, cuando viene, «viene a robar y a destruir y a matar» (Jn 10,10). Es decir, despojarnos de nuestras posesiones y de nuestra dignidad real (poder).
6. Y la observación que haces al final es acertada: la obstinación es peor que el propio pecado, porque el pecado pasa y se remite con la penitencia y la confesión, pero la obstinación permanece y es más difícil de eliminar. Tanto es así que en algunos casos se puede identificar con esa obstinación en el pecado que se incluye entre los pecados más difíciles de perdonar por la cerrazón del hombre a la acción de Dios.
Mientras me complace tu comprensión de las Escrituras, te encomiendo al Señor y te bendigo. Padre Ángelo