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Estimado Padre Angelo,
como creyente siempre me ha impactado la extraordinaria fuerza de Jesús en abandonarse al Padre en una situación de angustia total cual fue aquella hora en el Huerto de los Olivos.
Asimismo me ha impresionado mucho leer en el Diario de Santa Faustina Kowalska el siguiente pasaje de Jesús: “Lo que a vosotros os turba y os produce un mal enorme es vuestro razonamiento, vuestro pensamiento, vuestra ansia y el querer a toda costa resolver por vosotros mismos, aquello que os aflige.
¡Quántas cosas obro cuando el alma, en sus necesidades espirituales y materiales, se dirige a mí, me mira y diciéndome “OCÚPATE TÚ”, cierra los ojos y descansa! Tenéis pocas gracias cuando os acongojáis por obtenerlas; en cambio obtenéis muchísimas cuando la oración es un completo abandono en Mí…”
Son palabras muy importantes y significativas. Sin embargo, me pregunto, ¿Cómo puede un simple ser humano que se siente oprimido por la angustia, el miedo, la desesperación, el ansia y que tal vez no puede confiar su estado a las personas queridas, tener la lucidez, y la fuerza que la empuje a decir: Padre que se hagaTu voluntad y no la mía? O bien “Encárgate Tú?” Cuando un hombre se encuentra turbado, a menudo no tiene ni las fuerzas para dirigirse a Dios, pues la situación que lo angustia es tan pesada que lo supera y cuando eso ocurre, luego se vive en la desesperación, en la inquietud, sin paz. En cambio si lo hace, ocurre justamente lo que Jesús dijo a Santa Faustina: “Vosotros en el dolor rezáis para que os lo quite, pero que lo quite como vosotros creéis… Os dirigís a mi, pero queréis que yo me adapte a vuestras ideas, no sóis como los pacientes que piden al médico el tratamiento para sanar la enfermedad, sino quienes se lo sugieren. No hagáis así, más bien rezad como os enseñé en el Pater”…
Perfecta la manera de pensar de Dios, pero humanamente ¡es muy duro! ¿Cómo se puede hacer padre Angelo? Yo también por una determinada razón hace tiempo vivo angustiado, rezo constantemente al Señor pidiéndole perdón por mi fragilidad e incapacidad de orar como él desea. Experimento una paz enorme que desciende sobre mí cuando abro la Escritura y leo el pasaje del Huerto. Sin embargo después de algunos días aquella situación vuelve a turbarme, y entonces pienso que Dios estará ofendido por mi actitud y falta de confianza. Esto me desanima a tal punto que dejo de lado cualquier oración y me abandono a mi tristeza y a mis lágrimas. ¿Qué hacer, Padre Angelo, en semejante situación? ¿Cómo dejar atrás el peso que nos oprime, la situación espinosa que nos aflige?
Espero que su respuesta pueda resultar útil, no solamente para mí, sino también a todos aquellos que vivan en la angustia y el miedo a causa de situaziones más grandes que ellos y que humanamente no tienen salida.
Le saludo cordialmente ofreciendo por Usted y la Orden de los Frailes Predicadores, un Ave María.


Muy querido,

  1. El abandono en Dios no se adquiere de una vez, Sería demasiado lindo. Ciertamente el Señor nos lo infunde con la virtud teologal de la esperanza. Pero ella sola no alcanza.
  2. La gracia de hecho no sustituye la naturaleza, mas la presupone. Esto significa que la esperanza y la confianza en Dios han de estar cada vez más radicadas en nuestra vida. Esto es posible gracias a nuestra voluntad, arremangándonos y cumpliendo exactamente nuestros deberes. Abandonarse a Dios no significa  dejar que Él resuelva nuestros asuntos, puesto que el Señor  nos ha dado la inteligencia y la capacidad para resolverlos. Luego, mientras cumplimos con  lo que nos compete, Él nos asiste con su gracia.
  3. Sin embargo pueden darse situaciones en las que nuestras capacidades son ínfimas cuando no nulas, Pienso en particular en las situaciones de opresión en las que no se puede hacer nada, como no sea agravarlas más, volviéndolas de hecho más pesadas. Es entonces, cuando se nos pide abandonarnos en Dios para salir victoriosos. Es lo que los autores espirituales relacionan con la bienaventuranza proclamada por el Señor: bienaventurados los pobres de espíritu.
  4. Pero, ¿qué significa ser pobres de espíritu?
    Escribe el biblista F.Prat; “El pobre de quien se habla no es el indigente, el miserable: la Biblia, para indicar a la miseria, como la entendemos nosotros, usa otros  vocablos. El pobre en la Biblia –especialmente en los salmos y en los profetas- es el hombre indefenso, víctima de la tiranía de los poderosos, es el hombre inerme que acepta, en el silencio, su triste suerte,  que dirige a Dios su mirada y pone en Él toda su esperanza. Y Dios protege al pobre; Él es su único refugio, su único sostén… La palabra de espíritu, ha sido agregada por el evangelista o por el traductor griego, para señalar estas dispociones morales” (F.PRAT, Jesucristo, vol.I, pag 280).
  5. La primera de las condiciones para ser pobre de espíritu no depende de nosotros porque se trata de desventuras que nos ocurren: de hecho nos quedamos sin defensas, a la merced de la tiranía de los poderosos.
  6. Lo que nos convierte verdaremante en pobres de espíritu es la segunda condición y es sin duda la más difícil. Aquí se hace necesario librar un gran combate contra la tentación de quejarse y de confiar en nuestra lengua o en nuestras artimañas, Se nos pide, en cambio, de imitar al Señor que durante su Pasión callaba y continuamente colocaba su vida en las manos del Padre, que en el colmo de su humillación (el sepulcro) lo levantó resucitándolo glorioso, Rey inmortal por los siglos y Señor del universo.
  7. Como he dicho, esta pobreza de espíritu no se adquiere de una vez. Se adquiere en cambio mediante repetidos actos que sirven para radicar cada vez más profundamente y verdaderamente nuestro confiado abandono en Dios, no obstante todas las tentaciones y todas las contrariedades
  8. Un día pidieron a las hermanas que un tiempo fueran novicias de Santa Teresita del Niño Jesús, acerca del aspecto que su formadora recalcaba con mayor insistencia. Ellas respondieron: la confianza en Dios, el abandono confiado en Dios.  He aquí algunas afirmaciones: “Ahora me guía solo el abandono, ¡no tengo otra brújula! No puedo pedir nada con ardor, como no sea el perfecto cumplimiento de la voluntad del Señor en mi alma sin que las criaturas logren poner obstáculos” (Historia de un alma 235).
  9. Aun más: “A Jesús le gusta mostrarme el único camino que conduce a la hoguera divina, es decir, el abandono del niño, el cual se duerme sin temor alguno en los brazos de su padre”. “Si alguien es pequeño, venga a mí”, dijo el Espíritu Santo por boca de Salomón, y este mismo Espíritu de amor dijo además que “la misericordia es concedida a los pequeños”. En su nombre el profeta Isaías nos revela que en el último día el Señor conducirá su grey a las praderas, recogerá los corderitos y los estrechará sobre el corazón”, y como si todas esas promesas fueran poco, el mismo profeta, cuya mirada ya se sumergía en las profundidades eternas, dice en nombre del Señor: “Como una madre acaricia al hijo así yo los consolaré, los llevaré en brazos y los acariciaré sobre mis rodillas”¡Oh querida Madrina! Después de palabras como estas no queda más que callar, llorar de gratitud y amor” (Ib., 243).    

    10. “Desde hace mucho tiempo ya no me pertenezco, me he ofrecido totalmente a Jesús, Él pues es libre de hacer conmigo lo que le plazca. Me ha concedido la atracción hacia un exilio completo, me ha hecho entender todos los sufrimientos que encontraré en ello, enseguida quise tomar de la copa que Jesús  me ofrecía, pero Él, retirando la mano, me hizo comprender que le bastaba la aceptación” (Ib., 286).

Te deseo que también tú puedas alcanzar estas cumbres de santidad.
Te aseguro mi oración y te bendigo.

Padre Angelo
p.s.: Gracias por el regalo de una Ave María para mí y para toda la Orden de los Frailes Predicadores.
Te pediría que renovaras seguido este regalo, Nos hace bien a nosotros y es meritorio también para ti.