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Pregunta
Muy querido Padre,
tengo una pregunta acerca de la vexata questio del uso del profiláctico como prevención de las enfermedades de transmisión sexual, especialmente del HIV.
Aclaro desde ya que circunscribo mi pregunta a las relaciones sexuales entre esposos, excluyendo las que puedan existir entre novios, «llamados a vivir la fidelidad en la continencia»(Catecismo 2350), así como la fornicación, el adulterio, y las relaciones homosexuales.
Mi pregunta no se refiere a la regulación de la procreación, siendo al respecto claro y conocido lo que la Iglesia enseña, contenido en la encíclica Humanae Vitae del beato Pablo VI: “toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio, hacer imposible la procreación” (HV 14). Semejante acto está definido como «intrínsecamente malo» en el Catecismo (2.370).
Estrictamente mi pregunta se refiere al comportamiento que debieran tener los esposos conscientes del hecho que uno (y solo uno) de los dos está afligido por una enfermedad transmisible sexualmente, como ser el HIV, quizás contraído de forma totalmente inocente, por ejemplo por una transfusión de sangre (a menudo las mujeres deben recurrir a ella durante el parto). Creo que obviamente la Iglesia no aconseje a estos cónyuges tener relaciones sin el profiláctico, con el consiguiente riesgo de difusión de la enfermedad: «La vida y la salud física son bienes preciosos confiados por Dios. Debemos cuidar de ellos racionalmente teniendo en cuenta las necesidades de los demás y el bien común» (Catecismo 2288).
¿Qué perspectivas tendrían estos cónyuges? ¿Solamente la de la abstinencia hasta una eventual curación, que para el HIV podría no suceder jamás?¿No es demasiado pesado pedir a una esposa afectada por semejante enfermedad, que además se abstenga de tener relaciones con su esposo, o viceversa?
Tanto el Papa Benedicto XVI como el Papa Francisco respondieron a esta cuestión, el primero el el libro La Luz del mundo (2010), el segundo en una conferencia de prensa (2015). Ambos quisieron remarcar que poner el acento solamente en el profiláctico es reductivo, «significa banalizar la sexualidad» (L’Osservatore Romano, 21 de noviembre de 2010); «La pregunta me parece muy pequeña, también me parece una pregunta parcial» respondió el segundo (30 de noviembre de 2015)
Sin embargo ninguno de los dos se sustrajo, Benedicto XVI dijo: Pueden haber casos individuales en que están justificados, por ejemplo cuando una prostituta utiliza un profiláctico (…). Sin embargo no es esta la manera verdadera y propia para vencer la infección del HIV. Se hace verdaderamente necesaria la humanización de la sexualidad». Francisco afirmó: «Sí, es uno de los métodos (el uso del profiláctico para prevenir la difusión). La moral de la Iglesia pienso, que se encuentra en este punto ante una perplejidad: el quinto o el sexto mandamiento? Defender la vida o permitir que la relación sexual esté abierta a la vida?»
Entonces, en este específico caso, el uso del profiláctico parece permitido, visto que no se trata de regulación de la procreación, y el propio Francisco lo ha reconocido como «uno de los métodos». Me equivoco?
Le agradezco su atención y le envío cordiales saludos.
Gabriele.
Respuesta del sacerdote
Querido Gabriele
1. Me complace, antes que nada, constatar que conoces bien la doctrina de la Iglesia. No obstante eso, en tu mail hay una transferencia impropia del problema que me has puesto, desde fuera hacia el interior del matrimonio.
2. La entrevista a los dos Papas estaba centrada en la oportunidad de distribuir profilácticos para limitar la expansión del HIV en razón de la desordenada conducta de mucha gente.
Aquí no cabe la menor duda que el comportamiento sexual de los sujetos sea de por sí errado y por lo tanto pecaminoso.
En este caso usar el profiláctico tendría como finalidad la contención de un mal ya de por sí grave, y así impedir la difusión de otro mal. Es en este sentido que Benedicto XVI dijo que se trataría de una primera forma de responsabilidad.
3. La simple distribución del profiláctico no constituye la solución del problema. Por eso Benedicto XVI hablaba de una visión reductiva del asunto, que hay que afrontar y resolver de otra manera, es decir con un comportamiento sexual diferente, respetuoso de los valores personalistas de la sexualidad humana.
Sería gracias a la difusión de este comportamiento diferente, que implica la valoración de la castidad, como en algunas zonas de África ha sido posible contener la difusión del virus.
4. Como ha sido comprobado, es indudable que el uso del profiláctico contiene la difusión de la pandemia, pero no la detiene. Porque también el profiláctico, ya sea por su porosidad, como por otros factores accidentales, tiene sus falencias.
No hay que olvidar que el virus HIV es 450 veces más chico que un espermatozoide. Se comprende bien que el margen de ineficacia esté justamente dado por la porosidad, y sea la razón por la que el contagio se ve limitado, pero no eliminado.
Si a esto agregamos que fomentar el uso por parte de las autoridades civiles que lo propondrían gratis a los jóvenes, además de banalizar aún más la sexualidad, llevaría a una promiscuidad sexual todavía más grave con el resultado de incrementar la difusión del virus.
5. Es diferente, en cambio, en el matrimonio, donde el acto conyugal cuando se cumple en casta intimidad es moralmente bueno y virtuoso.
Aquí, la anticoncepción, cualquiera sea la razón por la que se lleve a cabo, introduce un elemento que altera el designio divino sobre el amor humano y la sexualidad.
Aun si es solamente para impedir la difusión del HIV, ese gesto perdería la cualidad por la que los esposos se donan completamente entre sí.
El motivo por el que en este caso se solicita el uso del profiláctico es buena, pero el acto queda desvirtuado, no conforme según el proyecto de Dios.
No es suficiente tener un buen motivo para que el acto sea bueno.
Para que el acto lo sea, es necesaria ya sea la bondad de la motivación, ya la bondad del acto mismo.
6. Tampoco hay que olvidar que también en el matrimonio el profiláctico mantiene la porosidad y que a ella también puede agregarse algún otro factor accidental. Es así que no queda excluida la posibilidad de “ofrecer” al otro el contagio…
Por eso los dos Papas fueron prudentes en responder.
De hecho un cuarto de las parejas en todo el mundo, y por lo tanto independientemente de las motivaciones dictadas por la fe cristiana, en las que un cónyuge que por cualquier motivo (también no culpable) haya contraído el virus han decidido abstenerse de tener relaciones sexuales.
Esta es en absoluto la opción más segura.
7. Parece muy duro decirlo: entonces no queda otra que vivir castamente.
Pero, ¿no sería más duro vivir contagiados sabiendo que las opciones adoptadas no excluyen la posibilidad del contagio?
En la conferencia internacional sobre el SIDA (Estocolmo, junio 1989) M. Fiche y col. presentaron una ficha de porcentajes en las que emerge que entre quienes practicaron la castidad (el 25%) no hubo ningún contagio.
Entre quienes usaron el profiláctico (el 38,4%) el contagio fue del 16,7%
Entre los que usaron otros métodos o ninguno (36,6%) el contagio fue del 83,3%.
8. El Papa Francisco dijo: “La moral de la Iglesia pienso, que se encuentra en este punto ante una perplejidad: el quinto o el sexto mandamiento? ¿Defender la vida o permitir que la relación sexual esté abierta a la vida?»
Perplejidad: si, porque cuando se permanece abiertos a la vida en este caso el contagio es casi seguro.
Pero se puede salir de la perplejidad practicando lo que la gente de forma espontánea e instintivamente llevó adelante, el 25% de los casos.
9. En el caso que una pareja de esposos use el profiláctico para evitar el virus, aun reconociendo la validez del motivo, a mi parecer es siempre válida la enseñanza llena de benevolencia y misericordia dada por Pablo VI: “Y si el pecado les sorprendiese todavía, no se desanimen, sino que recurran con humilde perseverancia a la misericordia de Dios, que se concede en el sacramento de la penitencia” (HV 25).
Ante Dios, ¿no es esta la actitud más hermosa, más humilde y más segura?Te recuerdo al Señor y te bendigo.
Padre Angelo