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Pregunta

Querido Padre Angelo,
a veces me ocurre, que en contra de mi voluntad, se me presenten en la mente unas blasfemias, que inmediatamente trato de rechazar. Estas manifestaciones se presentan como una suerte de ataques, fastidiosos y persistentes, que vuelven una y otra vez, en ocasiones, por algunos días repetidamente; luego, desaparecen por varios meses.
Cuando ocurre, trato de echar estos pensamientos con oraciones, jaculatorias, etc. Me dejan muy mortificada y analizando la cuestión racionalmente, me siento muy perpleja.
No soy una persona sugestionable o emotiva y no comprendo la causa.
Le ruego que me explique si hay alguna razón teológica que explique esto, o es algo que solamente me pasa a mí.
Le agradezco infinitamente y le recuerdo en la oración.
Giulia


Respuesta del sacerdote

Querida Giulia
1. no te preocupes por estos ataques.
No eres la única persona en el mundo a la que le ocurren estas cosas. La experiencia en el confesionario me ha mostrado que no son pocos aquellos que están atormentados de esta forma.
Estos fenómenos pueden darse por las tentaciones propias de nuestro adversario o más simplemente por un cierto cansancio de nuestro organismo o de nuestra psiquis.
Algunas veces las dos causas se cruzan, porque nuestro adversario se aprovecha de nuestro cansancio.
Tu reacción inmediata y llena de amor por el Señor es la razón por la que estos asaltos se alejan y te dejan en paz.
Pero como sucedió en las tentaciones de Jesús, el diablo se marchó para volver a su tiempo, de la misma manera ocurre con nuestras tentaciones.

2. Por lo pronto hay que recordar que también las tentaciones tienen su función providencial.
A propósito de esto me animo a proponerte algunas útiles enseñanzas de Santa Catalina de Siena.
“El alma, cual sierva fiel, consigue grandes ganancias en tiempos de tentación” (Carta 62).
“Durante este tiempo ella se conoce mejor y a su propia fragilidad, y la bondad de Dios en sí, viendo que Dios, por su gracia, le conserva la buena y santa voluntad, la cual es la única que  ofende y merece. Así pues en el tiempo de las grandes tentaciones el alma alcanza mayor perfección y prueba su virtud” (Carta 287).
“No debéis querer sino lo que Él quiere, es decir no consentir los pensamientos. No te puedo pedir que no te vengan, pues no lo podrías conseguir tú ni criatura alguna” (Carta 221).
“Por cual si el alma estuviera angustiada por muchos y diversos pensamientos y embates del demonio, de las criaturas o de la frágil carne que lucha por medio de movimientos desordenados, si la voluntad permanece estable y firme, de modo que no solo no consienta sino que le desagrada el pecado mortal, entonces merece por ello se acreciente la perfección, pues ve que Dios permite eso para hacerla llegar a mayor conocimiento de sí mismo y de la voluntad de Dios actuando en ella. Por ello en el amor y la humildad crece el conocimiento” (Carta 201).
“No quiero que vuestra mente caiga en la confusión o desesperación, por cualquier ilusión o molestia que el demonio quisiera daros poniendo en vuestra mente repugnantes y diversas fantasías, con muchos pensamientos deshonestos. Pero con verdadera esperanza y viva fe abrazaos a la santísima cruz, y allá veréis que os fueron dadas por amor y que no son nunca superiores a lo que podríais soportar.
Quiero que además sepáis que ninguna batalla o imaginación, por más sucia que sea, constituye pecado, sino hasta cuando haya voluntario consentimiento, y delectación.
Por lo tanto conservemos la voluntad, en la dulce eterna voluntad de Dios con la memoria de la sangre de Cristo, y así mofémonos de las tentaciones” (Carta 304).

3. Un día el Señor le dijo a Santa Catalina: “ Si lo he puesto en esta vida para tentar a mis criaturas, lo he hecho, no para que sean vencidas, sino para que venzan y reciban de mí la gloria de la victoria al ser probadas en su virtud. Nadie debe temer sus combates y tentaciones, porque os he hecho fuertes y os he dado la voluntad, fortalecida por la sangre de mi Hijo. En vuestro poder está, pues, conservar vuestra libre voluntad o perderla, según os plazca. Vuestra voluntad es un cuchillo que podéis poner en las manos del demonio, para que os hiera y mate. Mas, si no se la dais, no consintiendo en sus tentaciones y sugestiones, jamás podrá heriros, antes al contrario, os veréis fortalecidos. Nadie llega a la virtud más que por el conocimiento de sí mismo y por el conocimiento de mí.
Mira, por tanto, como en esta vida los demonios son mis ministros con los cuales ejercito y pruebo la virtud del alma. La intención del demonio no es ciertamente la de probaros en la virtud, ya que él no tiene caridad, sino la de quitaros toda virtud, pero esto no puede hacerlo si vosotros no se lo permitís.
Considera la insensatez del hombre que se pone él mismo en las manos del demonio, mostrándose débil cuando debería ser fuerte” (Diálogo 43).

Te agradezco por la oportunidad que me has dado de recordar la hermosa doctrina de Santa Catalina de Siena.
Te agradezco también por las oraciones, que con gusto retribuyo.
Te bendigo.
Padre Angelo