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Querido Padre Angelo,
quisiera saber si exclusivamente con nuestra voluntad podemos hacer el bien o nos hace falta siempre la Gracia para no pecar.
Le envío cordiales saludos
Angelo
Respuesta del sacerdote
Querido Angelo,
1. con el pecado original el hombre perdió la gracia y se debilitó en sus propias facultades naturales, que de tal modo se encontraron efectivamente inclinadas al mal.
En esta situación se halla como un enfermo que sí que puede hacer algunas cosas, pero no todo lo que quiere, puesto que la enfermedad se lo impide.
2. Es dogma de fe creer que el hombre después del pecado original no puede cumplir todo el bien, sin la ayuda de la gracia.
Esta declaración, el Magisterio de la Iglesia la hizo, sobre todo en oposición a Pelagio, quien decía que también sucesivamente al pecado original el hombre con su sola fuerza puede cumplir el bien y llegar a la perfección.
Aquí va lo que declaró contra esta idea el concilio de Cartago en el año 418: “Quienquiera dijere que la gracia de la justificación se nos da a fin de que más fácilmente podamos cumplir por la gracia lo que se nos manda hacer por el libre albedrío, como si, aun sin dársenos la gracia, pudiéramos, no ciertamente con facilidad, pero pudiéramos al menos cumplir los divinos mandamientos, sea anatema. De los frutos de los mandamientos hablaba, en efecto, el Señor, cuando no dijo: “Sin mí, más difícilmente podéis obrar”, sino que dijo: “Sin mí, nada podéis hacer” [Jn. 15, 5] (can. 5, DS 227).
3. La misma doctrina vuelve a ser confirmada por el concilio de Trento en los cánones sobre la justificación: “Si alguno dijere, que el hombre se puede justificar para con Dios por sus propias obras, hechas o con solas las fuerzas de la naturaleza, o por la doctrina de la ley, sin la divina gracia adquirida por Jesucristo; sea excomulgado” (can. 1, DS 1551).
4. Y: “Si alguno dijere, que la divina gracia, adquirida por Jesucristo, se confiere únicamente para que el hombre pueda con mayor facilidad vivir en justicia, y merecer la vida eterna; como si por su libre albedrío, y sin la gracia pudiese adquirir uno y otro, aunque con trabajo y dificultad; sea excomulgado” (can. 2, DS 1552).
5. Santo Tomás, cuando se pregunta si el hombre pueda hacer el bien sin la gracia, contesta: “En el estado de integridad, (es decir antes del pecado original n.d.r. ) la capacidad de la virtud operativa del hombre era suficiente para que con sus solas fuerzas naturales pudiese querer y hacer el bien proporcionado a su naturaleza, cual es el bien de las virtudes adquiridas; pero no el bien que sobrepasa la naturaleza, cual es el de las virtudes infusas (porque pertenecen al orden sobrenatural n.d.r.) En el estado de corrupción, el hombre ya no está a la altura de lo que comporta su propia naturaleza, y por eso no puede con sus solas fuerzas naturales realizar todo el bien que le corresponde. Sin embargo, la naturaleza humana no fue corrompida totalmente por el pecado hasta el punto de quedar despojada de todo el bien natural; por eso, aun en este estado de degradación, puede el hombre con sus propias fuerzas naturales realizar algún bien particular, como edificar casas, plantar viñas y otras cosas así; pero no puede llevar a cabo todo el bien que le es connatural sin incurrir en alguna deficiencia. Es como un enfermo, que puede ejecutar por sí mismo algunos movimientos, pero no logra la perfecta soltura del hombre sano mientras no sea curado con la ayuda de la medicina. Así, pues, en el estado de naturaleza íntegra el hombre sólo necesita una fuerza sobreañadida gratuitamente a sus fuerzas naturales para obrar y querer el bien sobrenatural. En el estado de naturaleza caída, la necesita a doble título: primero, para ser curado, y luego, para obrar el bien de la virtud sobrenatural, que es el bien meritorio. Además, en ambos estados necesita el hombre un auxilio divino que le impulse al bien obrar. (Suma teológica, I-II, 109,2).
6. Asimismo cuando Santo Tomás se pregunta si el hombre sin la gracia puede no pecar , responde: “El hombre puede ser considerado, bien en el estado de naturaleza íntegra, bien en el estado de naturaleza corrupta. En el primero de estos estados podía el hombre, aun sin la gracia, evitar el pecado, tanto mortal como venial, puesto que pecar consiste en apartarse de lo que es conforme a la naturaleza, y esto podía el hombre evitarlo cuando su naturaleza estaba intacta. Necesitaba, sin embargo, el auxilio de Dios, que le conservara en el bien, puesto que sin este auxilio la naturaleza misma caería en la nada. Mas en el estado de naturaleza corrupta, para evitar todo pecado, necesita el hombre la gracia habitual, que venga a restaurar la naturaleza. Sin embargo esta restauración, durante la vida presente, se realiza ante todo en la mente, sin que el apetito carnal sea rectificado por completo. De aquí que San Pablo, asumiendo la representación del hombre reparado, diga en Rom 7,25: “Yo mismo, con el espíritu, sirvo a la ley de Dios, pero con la carne, a la ley del pecado”. Por lo demás, en este estado, el hombre puede evitar el pecado mortal, que radica en la razón, como se expuso arriba (q.74 a.4); pero no puede eludir todo pecado venial, debido a la corrupción del apetito inferior de la sensualidad, cuyos movimientos pueden ser reprimidos por la razón uno a uno (de aquí su condición de pecado y acto voluntario), pero no todos ellos, porque mientras atiende a uno se le desmanda otro, y tampoco puede la razón mantenerse siempre vigilante para someterlos todos”(Suma teológica, I-II, 109, 8).
Deseándote que con la gracia tú puedas ser siempre feliz en Dios y nunca cometer un pecado grave, te recuerdo en la oración y te bendigo.
Padre Angelo