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Querido Padre:

Estoy desconsolada por haber engañado a mi novio.

Con dificultad rompí esa relación y me acerqué a Cristo.

De hecho, tal vez llegué a conocerlo realmente después de ese período, y esto trajo mi corazón de nuevo a mi novio.

Ahora me siento renacida, feliz.

Sin embargo, tengo una duda que me tormenta: ¿debo confesar esta traición a mi novio?

Creo que revelarle cuanto ocurrió podría reducir el sentimiento de culpa que me oprime y hacerme sentir honesta con él.

Sin embargo, temo causarle un sufrimiento inmenso.

Tengo miedo de lastimarlo y verlo sufrir. No se lo merece, como tampoco se merece lo que hice.

Sólo quiero lo mejor para él y quiero darle toda mi vida, pero me pregunto si puedo casarme con un hombre sin decirle lo que he hecho.

Gracias


Respuesta del sacerdote

Querida:

1. Aunque quizás no estés del todo convencida, fueron las relaciones prematrimoniales las que te llevaron al infeliz tramo del camino que recorriste.

La castidad empeña en la fidelidad y ayuda a ser dueño de sí mismo, incluso ante las tentaciones.

2. La fidelidad matrimonial y prematrimonial no se puede improvisar.

Debe ser preparada y protegida mediante la pureza.

Durante el noviazgo, la pureza debe ser muy grande, porque de lo contrario se crean las condiciones para entregarse a quien no nos pertenece.

Con el compromiso se prometieron el uno a la otra, pero no se pertenecen el uno a la otra. Se pertenecerán el uno a la otra sólo a través del vínculo del matrimonio.

3. Ahora que, gracias a Dios, estás de nuevo con tu novio, empeñate a vivir castamente.

Empeña a él también a hacer lo mismo.

Cuando lleguen a la boda, advertirán que el momento más bonito de vuestro compromiso habrá sido precisamente el que han vivido en perfecta castidad.

4. Es con la castidad que el amor se purifica y ustedes aprenden a estimarse mutuamente cada vez más.

Una hermosa definición de castidad nos la propone Juan Pablo II en Familiaris consortio: «La castidad no significa absolutamente rechazo ni menosprecio de la sexualidad humana: significa más bien energía espiritual que sabe defender el amor de los peligros del egoísmo y de la agresividad, y sabe promoverlo hacia su realización plena» (FC 33).

5. Todos necesitan energía espiritual para proteger la fidelidad y promover la verdadera entrega de sí mismo eliminando el egoísmo.

La castidad es una energía que debe ser manifestada con la buena voluntad y al mismo tiempo por la gracia de Cristo que deriva de los sacramentos, principalmente la Eucaristía y la confesión.

La gracia de Cristo comunica una fuerza nueva de orden sobrenatural y orienta la propia vida afectiva hacia su fin último: la santificación en Cristo.

6. La impureza, por el contrario, elimina toda restricción y nos hace seguir siendo víctimas de la pasión y la sensualidad.

Aquí radica la causa de muchas infidelidades, seguidas de sufrimientos interminables y, no pocas veces, de la disolución de la relación de pareja.

7. Por gracia de Dios esto no les sucedió a ustedes.

Pero ahora, andá a confesar ante el sacerdote no sólo la traición, sino también las impurezas prematrimoniales.

Él te dirá si es apropiado o no revelar lo que pasó a tu futuro marido.

8. En mi opinión, puesto que ha sido cubierto para siempre por la misericordia de Dios, es algo que debe quedar enterrado entre vos y el sacerdote confesor.

La revelación de lo sucedido seguramente sería causa de un enorme sufrimiento para él y, en consecuencia, también a vos; pero sobre todo sería también causa de inseguridad permanente en la relación.

Tu futuro cónyuge debe estar tranquilo y confiar absolutamente en tu fidelidad.

9. Acercate a la confesión sacramental, que es el sacramento de la curación cristiana, como punto de referencia constante en tu vida.

Debe ser regular y frecuente. Como con cualquier medicamento, debe ser realizada metódicamente.

Una y otra vez sentirás su efecto liberador. Se convertirá en una de las experiencias irrenunciables en tu vida cristiana.

Lo necesitas de forma muy especial porque ciertas heridas no sanan en un abrir y cerrar de ojos.

Te deseo todo lo mejor junto con una serena y Santa Navidad.

Te aseguro mis oraciones y te bendigo.

Padre Angelo