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Querido Padre,
Tengo una duda: si para pecar es necesario que haya, como enseña la Iglesia, plena advertencia y deliberado consentimiento, ¿qué culpa tenían aquellos que durante las primeras persecuciones bajo amenaza de muerte, se doblegaron dando culto divino al emperador de Roma?
Ellos estaban amenazados, no estaban libres de expresar su voluntad; no se les puede atribuir culpa alguna; por otro lado no se puede echar en el olvido, es más está siempre presente, el heroísmo de los Santos Mártires.
¿Podría explicarme este punto?

Respuesta del sacerdote

Querido Giuseppe,
1. Santo Tomás dice que los actos cumplidos por temor son un poco voluntarios y un poco involuntarios.
Es más, dice que son «más voluntarios que involuntarios».

2. El mercader que tira por la borda la mercadería para escapar de los piratas, cumple a la vez un acto voluntario e involuntario.
Es involuntario porque nunca querría echar al mar la mercadería. Se ha sacrificado y soportado la fatiga de largos viajes para comprarla.

3. Pero ante la inminencia de la captura, la única solución es la de aligerar la embarcación, deliberando echar la mercadería al mar.

4. Santo Tomás da otro ejemplo: “el arrojar las mercancías al mar llega a ser voluntario cuando hay tempestad, por temor del peligro. Por eso, es claro que en sí mismo es voluntario. E involuntario relativamente: en cuanto se lo considera fuera de las circunstancias concretas”(Suma teológica, I-II, 6, 6).

5. Considerando el ejemplo que has traído, quien quemaba incienso en favor de los ídolos para huir de la muerte, claro que lo hizo por temor.
Pero este temor no quitaba la libertad.
Por eso los mártires prefirieron dar testimonio hasta derramar su sangre, antes que renegar del Señor.
Era involuntario perder la vida. Era voluntario en cambio el acto de amor hacia el Señor.

6. Al contrario, el que cedía ante los persecutores, tenía la libertad para resistir a sus amenazas. Por lo cual sacrificar a los ídolos seguía siendo un acto voluntario, no obstante se cumpliese bajo el peso del temor.

7. Así pues, por más grave que sea el temor, no exime nunca a que se cometa un acto intrínsecamente malo.
Por eso no es lícito nunca, blasfemar, provocar el aborto, renegar de la fe, etc… por miedo a perder la vida.
Es necesario estar dispuestos a sacrificar la vida por bienes tan grandes.

8. Hay que añadir sin embargo, que cuanto más grande es el temor, más disminuye lo voluntario. Y si quita la capacidad para deliberar paralizando el uso de la razón, quita también lo voluntario.
Así pues en la medida en que anula la voluntad del acto, disminuye o hasta anula del todo la responsabilidad de lo que se lleva a cabo.

Te bendigo y deseo una serena y Santa Navidad.
Te recuerdo con gusto en la oración junto a tus seres queridos.
Padre Angelo