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Buenas tardes Padre, fray Angelo Bellon,
hoy leí un libro que tomé de la biblioteca cuyo título es “Jesús y Judas” escrito por Amos Oz.
En este texto el autor no comprende cómo ha sido que Judas siendo un terrateniente haya traicionado a Jesús por 33 denarios (una miseria) y por qué le haya dado un beso para señalar quién era Jesús, si Él era un personaje muy conocido por los sacerdotes y las multitudes.
Luego me ha desconcertado la violenta reacción de Jesús al expulsar a los mercaderes del templo. Cuando Él predica el amor a los enemigos y manda ofrecer la otra mejilla.
Son preguntas a las que me costaría responder y desearía oír su parecer.
Saludos.
Andrea


Respuesta del sacerdote

Querido Andrea,
1. Amos Oz es un novelista y por lo tanto presenta a Judas como un terrateniente, cosa que no consta en los Evangelios.
Habiendo leído algunas biografías sobre Jesús escritas por insignes biblistas, nunca encontré el dato de  que Judas fuese rico.
Pero aunque lo hubiera sido, esto no está en contraste con la codicia.

2. Una cosa cierta es que Judas, al comienzo, se quedó fascinado con la figura de Jesús, pues de no ser así, no habría aceptado ser su apóstol.
Pero en un dado momento lo encontramos sin fe, como nos aparece en el capítulo 6 del Evangelio de Juan, tan es así que Jesús se sale con  esta expresión referida a él: «¿No soy yo, acaso, el que los eligió a ustedes, los Doce? Sin embargo, uno de ustedes es un demonio». Jesús hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, que era uno de los Doce, el que lo iba a entregar (Jn 6, 70-71).
En esa ocasión, después de haber escuchado que Jesús había dicho:
«Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo» (Jn 6, 51) “desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo” (Jn 6, 66).
El Evangelio seguidamente, sigue con estas palabras de Jesús: «Pero hay entre ustedes algunos que no creen» (6, 64). Entre ellos estaba Judas. Dice San Juan: “En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar” (Jn 6, 66).

3. Cuando muchos se alejaron, a las palabras de Jesús: «¿También ustedes quieren irse?» (Jn 6, 67) San Pedro dijo: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios» (Jn 6, 68-69).
Judas aun no creyendo, se quedó dando a entender que se asociaba a Pedro.
De hecho, sin embargo, ya no estaba en sintonía con su Maestro.

4. ¿Cómo ha sido pues, que siguió permaneciendo entre los apóstoles?
Escribe el dominico Marie-Joseph Lagrange: “Llegó donde Él por interés y ambición, luego debió sentirse contrariado en su codicia y en su orgullo.
Una circunstancia desconocida cambió en la animadversión la simpatía que primeramente sentía por el maestro.
¿Por qué no se fue pues con los otros?
Jesús, aun demostrando que no quería que se creyera que fuera víctima de un error, sufrió la presencia de quien lo iba a traicionar” (El Evangelio de Jesucristo, p. 221). (Traducido por el traductor).

5. Otro episodio que esclarece los intereses de Judas: cuando Jesús se encuentra en la casa de Lázaro, apenas resucitado de entre los muertos, y María unge los pies con un frasco de preciosísimo perfume, se quedó contrariado y opinó que hubiera sido mejor vender ese perfume para dar lo recaudado a los pobres.
En otras palabras: en tanto lo recaudado iba a terminar en sus manos porque el Señor le había confiado la caja.
“Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella” (Jn 12, 6).
Si Juan dice que era un ladrón, quiere decir que lo había encontrado con las manos en la masa. Judas seguía estando junto a Jesús por interés.
Escribe el padre Lagrange: “Avaro y preocupado por el porvenir, juntaba dinero” (Ib., p. 418)(Traducido del italiano por el traductor).

6. Judas en efecto se daba cuenta de que algo se estaba tramando alrededor de Jesús. Esto fue más evidente cuando el Señor defendió el comportamiento de María diciendo: «Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura» (Jn 12, 7).
El padre Lagrange comenta: “Jesús nunca había anunciado con tanta fuerza su muerte inminente. Él ya se veía tendido, embalsamado por mano de las mujeres piadosas…
Por otro lado Judas se había convencido de que ya no podía contar con él: ya que estaba perdido, más valía tratar de sacar provecho. Entró por eso en su corazón la idea de la traición, estimulada por el cotejo que había recibido. (…).
Había dejado de tener confianza en su jefe, que tal vez nunca amó, primero persiguiendo quimeras, y ahora descorazonado”  (Ib., p. 418).(Traducido del italiano por el traductor).
Este es el motivo por el que según San Mateo es el mismo Judas quien se presenta a los sacerdotes para recibir el dinero de la traición: “Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: «¿Cuánto me darán si se lo entrego?»” (Mt 26,14-15).

7. Acerca del beso: es cierto que Jesús era conocido por las multitudes, pero era de noche. Además es probable que quienes guiaba Judas no conocieran exactamente a Jesús porque “Judas, al frente de un destacamento de soldados y de los guardias designados por los sumos sacerdotes y los fariseos, llegó allí con faroles, antorchas y armas” (Jn 18, 3).
Para que el arresto fuera rápido, Judas había dado la señal: «Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo» (Mt 26, 48).

8. A la cabeza de los soldados además, había un comandante, un tribuno romano (cfr. Jn 18,12). El padre Lagrange escribe: “El arresto había sido preparado por los jefes de los sacerdotes: ellos habían consignado los hombres y los habían armado con espadas y bastones. Pero para mayor seguridad habían solicitado al tribuno romano encargado de montar la guardia en el templo, un grupo de la cohorte con sede en Jerusalén. (…). El tribuno fue personalmente conduciendo algunos soldados que según las órdenes llevaban armas y antorchas. (…) San Juan, que es el único en recordar la presencia del tribuno, lo coloca, por supuesto, en el puesto de honor” (Ib., pp. 525-526). (Traducido del italiano por el traductor).
Con la señal del beso, el arresto de Jesús fue inmediato.

9. Preguntas por qué Jesús usó tanta violencia al expulsar a los mercaderes del templo.
Sí, es cierto, usó mucha fuerza: “encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: «Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio». Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá” (Jn 2,14-17).
Para nosotros es inimaginable el bullicio que se hacía en ese mercado porque los orientales no son como nosotros que al precio establecido damos sin pestañear lo que es debido. Los orientales regatean: el vendedor levanta el precio y el cliente lo baja. Y siguen así hasta llegar a un compromiso.
En el templo por entonces era todo un griterío y un reclamar por parte de una multitud, entre rebaños de bueyes y ovejas y vendedores de palomas.
El historiador José Flavio dice que los sumos sacerdotes habían obtenido el monopolio de las ventas. Y vendían las palomas a peso de oro, que constituían el sacrificio de los pobres.
De este modo la oración y la unión con Dios era prácticamente imposible.
El templo había sido construido justamente con este propósito.
Además ¿cómo se habría podido ofrecer sacrificios a Dios con corazón alegre cuando no solamente se había regateado, sino que además se había estado sometidos a la violencia y extorsión de los vendedores?
El padre Lagrange escribe: “Jesús no toleró esta profanación. Sin otro mandato que el de Hijo de Dios, no quiso que la casa del Padre fuera transformada en un mercado y armando su mano con un flagelo de cuerdas rápidamente anudadas, expulsó de allí a toda esa gentuza pronta a la fuga, alcanzó el rebaño más lento que empujó delante de sí y derribó las mesas de los cambistas con todo el surtido de las monedas” (Ib., p. 87). (Traducido del italiano por el traductor).
Sorprende que todos esos vendedores (una multitud) no hayan sido capaces de oponerse ante el Señor y hayan huido.
Se puede comprender solo si se imagina que aquí Jesús actuó con la potencia de su divinidad, ante la que nadie pudo oponerse.

10. ¿Por qué, pues, Jesús actuó con tanta fuerza?
Porque lo devoraba el celo por la casa de Dios.
Esta es la razón que comprendieron los apóstoles: “Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá” (Jn 2, 17).
Sí, para sí mismo habría aceptado cualquier ultraje, todo posible sufrimiento.
Pero con todo su vigor no quiso tolerar que fuera profanada la casa del Padre.Te agradezco por todas estas preguntas que nos recuerdan el momento más grave y solemne de nuestra historia: el de la pasión redentora de nuestro Señor.
Con el deseo que puedas sumergirte siempre más en este misterio, te bendigo y te recuerdo en la oración.
Padre Angelo