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Padre:
He hablado con mi confesor pero me ha dicho que cuando se dice que el pecado mortal lleva al infierno no se entiende el infierno real bajo la ciudad de Jerusalén, sino la tristeza del alma sobre la tierra.
Respuesta del sacerdote
Querido:
1. dudo que tu sacerdote te haya dicho que el infierno consiste en la tristeza del alma sobre la tierra. Porque algunos cumplen graves crímenes y pecados sin sentir alguna tristeza. De hecho, presumen y se glorian de ellos.
¿Deberíamos concluir que en su caso no se trata de pecado mortal?
Es probable que hayas entendido mal. En todo caso, si hubiese dicho lo que me estás informando, no solamente se trataría de un grave error, sino que causaría mucho daño a las almas.
2. Algunos pecados se dicen mortales por dos razones: primero porque hacen perder la vida de gracia en el alma; segundo porque quien muere en tal situación queda separado para siempre de Dios. Es decir, va al infierno. Es lo que se lee en el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica: » El pecado mortal destruye en nosotros la caridad, nos priva de la gracia santificante y, a menos que nos arrepintamos, nos conduce a la muerte eterna del infierno. Se perdona, por vía ordinaria, mediante los sacramentos del Bautismo y de la Penitencia o Reconciliación.» (n. 395).
3. El infierno no es la tristeza del alma, sino la auto separación eterna de Dios.
Esto es lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica: » Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra «infierno». (CCC 1033). Y sigue: » Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, «el fuego eterno». La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira. (CCC 1035).
4. «El pecado mortal es una posibilidad radical de la libertad humana como lo es también el amor. Entraña la pérdida de la caridad y la privación de la gracia santificante, es decir, del estado de gracia. Si no es rescatado por el arrepentimiento y el perdón de Dios, causa la exclusión del Reino de Cristo y la muerte eterna del infierno; de modo que nuestra libertad tiene poder de hacer elecciones para siempre, sin retorno. Sin embargo, aunque podamos juzgar que un acto es en sí una falta grave, el juicio sobre las personas debemos confiarlo a la justicia y a la misericordia de Dios» (CCC 1861).
5. La Iglesia nunca ha enseñado que el infierno se halla bajo la ciudad de Jerusalén, o bajo la tierra o en alguna parte de la tierra. A este propósito San Agustín escribe: «ningún hombre conoce ni en qué parte del mundo o de la Creación estará localizado, a no ser quizá que el Espíritu de Dios se lo revele» (De Civitate Dei, 20, 16; www.augustinus.it). San Gregorio Magno, interrogado sobre esto, contestó: «Acerca este argumento no me atrevo a pronunciarme en alguna manera. Ya que algunos han pensado que el infierno esté en algún lugar de la tierra; otros en cambio piensan que esté bajo la tierra» (Diálogos 4,44; editado por el traductor).
6. Ha sido la palabra inframundo, que significa bajo la tierra a inducir a pensar que el infierno está localizado.
Pero el magisterio de la Iglesia nunca ha hablado de eso.
En realidad, el Catecismo de la Iglesia Católica diciendo que el infierno es «el estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados» (CCC 1033) expresa indirectamente su pensamiento.
Más que un lugar se trata de un estado, de una condición de vida.
7. Por eso es preferible repetir con San Juan Crisóstomo: «No busquemos adónde se encuentra el infierno, sino cómo evitarlo» (En Rom.hom., 31,5; editado por el traductor).
Deseándote calurosamente que puedas estar siempre con Cristo y con los bienaventurados en el paraíso, te bendigo y te recuerdo en la oración.
Padre Angelo