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Buenos días Padre Ángelo,

Escribo porque necesito una aclaración sobre la muerte, sobre el pecado original y sus consecuencias. Sabemos por las Escrituras que la muerte es la paga del pecado. Partiendo de esta afirmación y siendo Cristo sin pecado ¿cómo es posible que pudiera ser matado? Intentaré explicarme mejor. ¿Si Adán no hubiera pecado nunca habría muerto o podría haber tenido una muerte violenta, por ejemplo, cayendo a un precipicio?

En cuanto a María Santísima, la Tradición habla de «Dormición», la razón es porque, de hecho, al estar desprovista de cualquier pecado, incluido el pecado original, no podía morir…

Debido a su estado inmaculado, ¿podría envejecer María Santísima? ¿O hemos de suponer en cierta medida que permaneció siempre joven? Me disculpo si estas preguntas pueden parecer banales, pero realmente me gustaría entender mejor.

Un querido saludo,

Guido


Querido Guido,

Tu primera pregunta no es trivial. El propio Santo Tomás se lo preguntó. Lo planteó como una objeción en los siguientes términos: «El castigo es una consecuencia de la culpa. Pero en Cristo no había culpa, como atestigua la Escritura: «No cometió ningún pecado» (1 Pe 2,22). Por lo tanto, no debe haber habido en Él ninguna limitación corporal, que es una pena» (Suma Teológica, III, 14, 1, ob. 3).

1. Y aquí está su respuesta: «Era conveniente que el cuerpo asumido por el Hijo de Dios estuviera sujeto a las debilidades y deficiencias humanas, y esto principalmente por tres razones. En primer lugar, porque el Hijo de Dios, asumiendo la carne, vino al mundo precisamente para expiar el pecado del género humano. Pero uno expía el pecado de otro cuando toma sobre sí el castigo debido al pecado de otro. Ahora bien, los defectos corporales, como la muerte, el hambre, la sed y otros similares, son penas del pecado que fue traído al mundo por Adán, como lo expresa San Pablo: «por lo tanto, por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte» (Rom 5,12). Por tanto, era conveniente para el propósito de la Encarnación que Cristo en nuestra carne tomara estas penas en nuestro lugar, según las palabras del profeta: ‘Verdaderamente él soportaba nuestros sufrimientos y cargaba con nuestras dolencias’ (Is 53,4)».

2. En segundo lugar, para facilitar la fe en la Encarnación. Porque como la naturaleza humana no es conocida por los hombres sino como sujeta a estos defectos corporales, si el Hijo de Dios hubiera asumido una naturaleza humana desprovista de ellos, se habría dudado de que fuera verdadero hombre y hubiera tomado carne verdadera y no fantástica, como han dicho los maniqueos. Por eso está escrito en San Pablo: » al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, » (Fil. 2:7). De modo que el propio Tomás fue reconducido a la fe por la observación de sus heridas, como relata el Evangelio (Jn 20,26ss)».

3. En tercer lugar, para darnos un ejemplo de paciencia, soportando con entereza los sufrimientos y las faltas humanas. El Apóstol escribió de él: » sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores, y así no se dejarán abatir por el desaliento.» (Heb 12,3)». (Suma Teológica, III, 14, 1).

4. Adán en el estado de inocencia -por razón de los dones preternaturales- fue preservado de cualquier tipo de muerte. Esto no significa que siempre hubiera quedado aquí, sino que a su debido tiempo sería llevado al cielo donde hubiera gozado de la visión beatífica.

5. La Virgen también se sometió a nuestras penas por las mismas razones que Nuestro Señor se sometió a ellas.

Te deseo todo el bien, te encomiendo al Señor y te bendigo.

Padre Ángelo