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Pregunta
Estimado Padre Angelo,
Soy un pecador que no puede vivir la fe que recibió milagrosamente hace 14 años.
Me dirijo a usted porque percibo la paz de la Verdad en sus escritos.
(aquí el visitante cuenta su historia personal)
Llevo varios años viviendo con mis pecados carnales compulsivos, con los que lucho, pero sin poderlos domar ni sé si alguna vez lo conseguiré, sintiéndome débil sin remedio.
Mi pregunta se refiere al desánimo que siento cuando me doy cuenta de que la mentalidad del mundo ha penetrado tanto en los confesores a los que me acerco con dificultad, venciendo mil resistencias internas: el consuelo del perdón divino es momentáneo, mientras que la sensación de ser una oveja perdida permanece.
Además, sé que mi batalla espiritual también influye en la de los que me rodean, empezando por mis hijos.
Vivo en Milán, en una gran ciudad y en la mayor diócesis del mundo, pero me siento solo y perdido como si estuviera en un lugar que no tiene tradiciones cristianas.
He pedido al Señor la gracia de encontrar un confesor y un director espiritual que realmente cuiden de mi alma y la ayuden a merecer el cielo.
¿Cree Usted que es una petición adecuada? ¿Me puede ayudar?
Un querido saludo y le aseguro mis oraciones,
M.
Respuesta del sacerdote
Querido M.,
1. En primer lugar, me alegro de la milagrosa curación moral que has obtenido.
Tú también puedes decir en cierto modo con San Agustín: «Lo que temía perder antes (de la conversión), ahora me alegro de haberlo dejado».”
2. Sin duda un buen confesor y una guía espiritual pueden ayudarte a eliminar esos males que llamas compulsivos.
Sin embargo, no son fáciles de encontrar. Hay que pedírselo a Dios con mucha oración.
En cualquier caso, aunque para la absolución sacramental es suficiente con acudir a cualquier sacerdote, sin embargo, si quieres hacer algún progreso es sumamente útil y diría que casi imprescindible tener un confesor habitual que te ayude poco a poco a dar los pasos más oportunos.
3. Con la esperanza de que lo encuentre pronto, sólo te daré algunas indicaciones generales.
Definitivamente te curarás incluso de esas tentaciones que defines como casi compulsivas cuando empieces a sentir el asco de ellas.
Y eso vendrá cuando inicies la degustación y la embriaguez de otra cosa que está en la dirección completamente opuesta.
4. Según la traducción de la Biblia Vulgata, leemos que el Mesías vendría y daría de beber un vino que alimenta a las vírgenes (vinum germinans virgines, Zac 9,17). La traducción italiana actual dice algo muy diferente.
Pero más allá de la traducción está el texto de la Biblia en latín, que es el oficial de la Iglesia, y sobre todo el concepto que atrajo especialmente a San Bernardo, que pidió a la Virgen que le consiguiera el vino que alimenta a las vírgenes.
5. Hay ocasiones que propician la efusión de esta gracia.
La meditación de la Sagrada Escritura, la permanencia con el Señor después de la Sagrada Comunión, la compañía de la Virgen a través del rezo del Santo Rosario, la realización de actos de caridad, así como la disposición a rechazar los asaltos de la tentación desde su inicio, nos consiguen beber un vino nuevo que cambia los gustos y los deseos de la vida.
Así pues, se prepara el terreno idóneo.
6. Ciertamente, no podemos esperar inertes a que cambie nuestra disposición interior.
Seguir con el mismo estilo de vida, por ejemplo, sentados frente al televisor o el PC, bebiendo todo lo que nos da, y esperar a que la Virgen nos haga beber un vino nuevo, es casi imposible. Sólo un milagro podría hacerlo.
7. Así que pregúntate qué está haciendo con respecto a lo que menciones en el punto 5.
Y si ves que en tu vida esos preciosos momentos se reducen al mínimo o incluso no existen, trata de decidirte a dar algunos pasos.
No puedes esperar de la guía espiritual lo que sólo tú puedes hacer juntando la invocación de la ayuda del cielo a tu propia buena voluntad.
Deseándote la gracia de saber decidirte en referencia a Cristo, te aseguro mis oraciones y te bendigo.
Padre Angelo
Traducido por SusannaF