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 Querido Padre Angelo,

puede ayudarme a entender lo que significa esta expresión de la Sacrosanctum Concilium, número 7: “Está presente con su virtud en los sacramentos”.

¿En qué se diferencia la presencia de Cristo en los sacramentos en comparación con la presencia eucarística?


Respuesta del sacerdote

 
Muy querido,

1. En todos los sacramentos Cristo es el celebrante principal. El religioso que celebra los sacramentos es como el instrumento utilizado por Cristo para comunicar la gracia.

Ahora bien, la diferencia entre todos los sacramentos y la Eucaristía es esta: en todos los sacramentos es Cristo quien obra desde el cielo y comunica una de sus virtudes (la gracia) a través del celebrante y de las realidades que componen el sacramento (la materia utilizada y las palabras pronunciadas por el celebrante).

En la Eucaristía, sin embargo, sucede algo especial: no sólo se comunica la gracia o virtud de Jesucristo, sino que se hace presente el mismo Cristo.

2.  Cuando se le pregunta a Santo Tomás, si el sacramento de la Eucaristía es el mayor de los sacramentos, responde: “Hablando en absoluto, la eucaristía es el más importante de todos los sacramentos. Y esto resulta de tres consideraciones. Primera, porque contiene realmente a Cristo en persona, mientras que los otros contienen una virtud instrumental participada de Cristo” (Summa theologica, III, 65 3).

3. Por esto afirma el Concilio de Trento: “Tiene, cierto, la santísima Eucaristía de común con los demás sacramentos ser símbolo de una cosa sagrada y forma visible de la gracia invisible; mas se halla en ella algo de excelente y singular, a saber: que los demás sacramentos entonces tienen por vez primera virtud de santificar, cuando se hace uso de ellos; pero en la Eucaristía, antes de todo uso, está el autor mismo de la santidad.
Todavía, en efecto, no habían los Apóstoles recibido la Eucaristía de mano del Señor, cuando Él, sin embargo, afirmó ser verdaderamente su cuerpo lo que les ofrecía; y esta fue siempre la fe de la Iglesia de Dios: que inmediatamente después de la consagración está el verdadero cuerpo de Nuestro Señor y su verdadera sangre juntamente con su alma y divinidad bajo la apariencia del pan y del vino” (DS 1639-1640).

4. Además, la Eucaristía es el mayor de todos los sacramentos porque a ella están ordenados todos los demás y en ella encuentran su cumplimiento.

El bautismo, que engendra la vida divina en nosotros, encuentra su alimento en la Eucaristía (He aquí, el pan de los ángeles es alimento de los peregrinos; el alimento de los ángeles es alimento de los hombres (ecce panis angelorum, cibus viatorum; panis angelicus fit panis hominum).

La Confirmación infunde esa fe vigorosa («animosa fides») que permite acceder con ardor y valentía al “misterio de la fe” por excelencia, la Eucaristía.

La Penitencia y la Unción de los Enfermos sanan el alma de aquellos males que le impiden alimentarse sanamente de Cristo. Para determinadas dolencias, incluso los alimentos más saludables pueden resultar perjudiciales. Primero es necesario sanar.

El matrimonio encuentra en la Eucaristía no sólo la fuente y la fuerza vivificante del amor conyugal y familiar, sino sobre todo su significado, su punto de llegada. De hecho, el amor familiar deriva del amor divino, lo expresa y ayuda a los cónyuges a amarse como Cristo nos amó desde la cruz y como nos ama en la Eucaristía.

El orden sagrado tiene su razón de ser principalmente en referencia a la celebración eucarística.

Por eso todo se orienta hacia este Sacramento en el que se encuentra el fin de la vida cristiana: nuestra plena conformación, es más, nuestra plena transformación en Cristo.

5. Esto permitió al gran dominico francés A. D. Sertillanges escribir en la primera mitad del siglo pasado: “La Eucaristía es en cierto modo el único sacramento. No es que suprima a los demás, sino que los subordina a sí mismo y se constituye en su fin. Son como su antecámara.

Como en el templo cristiano, todo está orientado hacia el sagrario: las naves para conducir hasta allí, los ábsides para coronarlo, las cúpulas para cubrirlo, los vitrales animados para proyectar la luz del cielo, los altos pilares para realzar su esplendor, las estatuas para cortejarlo, el plano del edificio en forma de cruz para recordar el sacrificio del que nació: así, en las realidades espirituales, todo deriva de la presencia de Cristo entre nosotros, todo deriva pues sacramentalmente del rito especial que nos lo da, que nos lo da en su propia naturaleza, mientras que los demás sacramentos simplemente canalizan su acción.

Se podría decir, de hecho, lo dice Santo Tomás, que todo sacramento no es otra cosa que un deseo de la Eucaristía (La Iglesia, I, p. 259).

Con la esperanza que encuentres en la Eucaristía la perfección de tu bautismo, te bendigo y te recuerdo en la oración.

Padre Angelo