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Pregunta

 Buenas tardes Padre,
hoy como muchas otras veces, me di cuenta de repente, mientras rezaba la coronilla de la divina Misericordia, de un detalle cuanto se dice: “Alma y divinidad de Nuestro Señor Jesucristo!” Nuestro Señor, Verbo de Dios, con la encarnación adquiere un alma, como todo ser humano? Espontáneamente diríamos que así es, pero Él es Dios y la Divinidad es completa de por sí, el alma no puede ser como algo más… o me equivoco?
Perdone mi ignorancia, tal vez si hubiera prestado más atención al catecismo, ahora sabría la respuesta.
Gracias desde ya por su atención, si tendrá la paciencia de explicarme este aspecto de nuestra fe.
Saludos.


Respuesta del sacerdote

Muy querida,
1. Jesús es la segunda persona de la Santísima Trinidad que se hizo hombre, y que asumió la naturaleza humana.
Ahora bien, la naturaleza humana está constituida por alma y cuerpo.
Por lo tanto también Jesús, en cuanto hombre, tenía un cuerpo y un alma.
Y sí que es cierto que la naturaleza humana no agregó nada a su naturaleza divina.

2. El cuerpo de Jesús estaba animado por su alma humana.
En el momento de la muerte,el alma de Jesús se separó del cuerpo.
Por eso el cuerpo de Jesús fue momentáneamente cadáver. 

3. Con la resurrección, el alma de Jesús volvió a unirse al cuerpo.

4. Puesto que el alma posee dos facultades, la inteligencia y la voluntad, debemos decir que Jesús, aun siendo Dios, quiso pensar con mente humana y amar con corazón humano.

5. El Concilio Vaticano II dice: “El Hijo de Dios,Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado”(Gaudium et Spes 22).

6. El Catecismo de la Iglesia Católica acerca del conocimiento del alma humana de Jesús anota: Este alma humana que el Hijo de Dios asumió está dotada de un verdadero conocimiento humano. Como tal, éste no podía ser de por sí ilimitado: se desenvolvía en las condiciones históricas de su existencia en el espacio y en el tiempo. Por eso el Hijo de Dios, al hacerse hombre, quiso progresar «en sabiduría, en estatura y en gracia» (Lc 2, 52) e igualmente adquirir aquello que en la condición humana se adquiere de manera experimental (cf. Mc 6, 38; 8, 27; Jn 11, 34; etc.). Eso correspondía a la realidad de su anonadamiento voluntario en «la condición de esclavo» (Flp 2, 7) (CCC 472).
Sin embargo al mismo tiempo la mente humana de Jesús poseía un “conocimiento íntimo e inmediato de su Padre” (CCC 473). En otras palabras, gozaba de la visión beatífica y “también de la penetración divina que tenía de los pensamientos secretos del corazón de los hombres” (CCC 473).
Además “debido a su unión con la Sabiduría divina en la persona del Verbo encarnado, el conocimiento humano de Cristo gozaba en plenitud de la ciencia de los designios eternos que había venido a revelar. Lo que reconoce ignorar en este campo, declara en otro lugar no tener misión de revelarlo” (CCC 474).

7. Asimismo sobre la voluntad humana de Jesús el Concilio dice: De manera paralela, la Iglesia confesó en el sexto Concilio Ecuménico que Cristo posee dos voluntades y dos operaciones naturales, divinas y humanas, no opuestas, sino cooperantes, de forma que el Verbo hecho carne, en su obediencia al Padre, ha querido humanamente todo lo que ha decidido divinamente con el Padre y el Espíritu Santo para nuestra salvación. La voluntad humana de Cristo «sigue a su voluntad divina sin hacerle resistencia ni oposición, sino todo lo contrario, estando subordinada a esta voluntad omnipotente» (CCC 475).

8. Justamente porque Cristo tenía un alma humana pudo cumplir la redención en nombre de toda la humanidad y merecer para todos nosotros.
Sus méritos están unidos a su naturaleza humana.
Estos méritos, que para nosotros son un tesoro preciosísimo de infinito valor, los ofrecemos al Padre Eterno en la coronilla de la divina misericordia para que distribuya generosamente su perdón a los pecadores y los colme con su santa vida.

Te bendigo, te deseo todo bien y te recuerdo en la oración.
Padre Angelo