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Querido Padre Angelo,
estoy necesitando urgente ayuda.
Me pregunto si un alma puede condenarse en vida antes de morir.
Tengo 33 años, a los 23 hice un pacto con el demonio para tener éxito en el trabajo y lo obtuve. Había que pagar un precio para ello.
Lloré mucho y me arrepentí.
Unas noches después tuve un sueño: una especie de enano deforme me decía que él (refiriéndose al diablo) me habría quitado todo lo que me había concedido.
En efecto, por eventos que ocurrieron luego, lo perdí todo.
Me acerqué al Señor. Me arrepentí, confesé este pecado a mi confesor y fui absuelto.
Pero escucho siempre voces como si fueran pensamientos, que me impiden rezar, que me dicen que ya no hay más nada que hacer, que estoy condenado que pertenezco al diablo.
Estoy viviendo un periodo feísimo. En mi mente aparecen pensamientos blasfemos, frases blasfemas incluso en la Iglesia. Entre otras cosas hace dos años que voy a Misa todos los días. Digo el Rosario, pero no pasa nada, me siento asediado por el mal… ¿Qué puedo hacer? ¿Me he perdido para siempre?¿Estoy excluido de la gracia y misericordia de Dios?
Le ruego, por favor, ayúdeme.
Espero que me responda pronto.
Respuesta del sacerdote
Muy querido,
1. te has arrepentido por lo que hiciste, te confesaste y fuiste perdonado.
Las obsesiones que en este momento te están molestando son los asaltos de aquel en cuyas manos te pusiste tiempo atrás, y que no quiere abandonarte.
Pero ya no le perteneces más.
Estoy contentísimo que todos los días participes de la Santa Misa.
Así como me hace feliz saber que digas el Santo Rosario.
2. El Beato Bartolo Longo no solamente se había entregado al demonio, sino que también se había convertido en un sacerdote satanista.
Si el Señor hizo un santo de Bartolo Longo que hasta tanto se había degradado, puede hacer otro tanto contigo.
Es más, lo quiere hacer también contigo.
3. Las vejaciones del demonio se ensañan más con aquellos que cambiaron de vida.
Sobre todo tortura a los santos.
Entre ellos recuerdo al santo cura de Ars.
Un gran número de demonios le decían: “¡No eres más que un pobre cura comepatatas! ¡Te tendremos, te tendremos!… ¡Eres nuestro, eres nuestro!” (A. Monnin, El Cura de Ars).
De esta manera intentaban llevarlo a la desesperación.
4. El santo Cura era molestado con violentísimos ruidos, que dejaban la casa patas arriba.
Llamaba a algunos hombres para que vigilaran durante la noche. Ellos también escuchaban ruidos, pero no veían nada.
Mientras sus cohermanos sacerdotes se burlaban de él y decían: “Si el cura de Ars viviera como los demás, durmiera y comiera como corresponde, esa efervescencia de imaginación se calmaría, su cerebro no estaría poblado de espectros y esa infernal fantasmagoría se desvanecería” (traducido por el traductor; A. Monnin, Il Curato d’Ars pag 165).
5. Si tenían la oportunidad de hablarle le decían: “¡Vamos, vamos! Haz como los demás, come mejor: es la mejor manera de acabar con los diableríos”.
Así el pobre cura era tratado en letras mayúsculas como si fuera un visionario y un maníaco. Él no contestó a estas injurias; se retiró en su habitación, insensible a todo, excepto a la alegría de haber sido humillado” (traducido por el traductor Ib., p. 166).
6. Poco a poco el santo cura aprendió a conocer todas las artimañas del demonio para molestarlo y hacerlo sufrir.
Pero ya había aprendido a decir: “El demonio no es fuerte. basta una señal de la cruz para ponerlo en fuga. No hace ni tres días que hacía mucho ruido debajo de mi cabeza. Parecía que todos los coches de Lión viajaban por el suelo. Ayer por la tarde había una tropa de demonios moviendo mi puerta, hablaban como un ejército de austríacos. Yo no entendía nada. Hice la señal de la cruz y todos se fueron. Una noche me desperté sobresaltado. Yo me sentía elevar en el aire. Poco a poco, iba subiendo. De pronto, hice la señal de la cruz y “El Garras” me dejó” (de Vida y anécdotas del cura Ars- Padre Ángel Peña OAR; Monnin tomo 1, p 330).
7. Había comprendido también, que si Dios permitía que sufriera ciertas vejaciones, era para prepararlo a recibir gracias mayores: “Cada vez que las vejaciones del demonio redoblaban en frecuencia e intensidad, preveía que la gracia estaba por enviarle algún gran pecador por convertir: sus presentimientos pocas veces fallaban” (traducido por el traductor Ib., p.167).
8. Aprende tú también a persignarte a menudo para alejar esas vejaciones.
Es más, ten la convicción de que si el Señor las permite es para rescatar a alguien y llevarlo a la conversión.
Por lo tanto acepta estas molestias y el sufrimiento provocado por esas obsesiones en expiación por lo que has hecho y para la conversión de los pecadores.
¡Qué hermoso sería si donde abundó el pecado sobreabundara la gracia!
9. Luego, nadie mientras viva en este mundo, puede considerarse eternamente perdido. Tenemos la libertad y por ella podemos siempre revertir y renegar el mal que hemos cometido.
Con la ayuda de la gracia, siempre podemos salvarnos.
Te deseo una serena y Santa Navidad, te bendigo y te recuerdo en la oración.
Padre Angelo