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Pregunta
Querido padre,
Este año, el pasado 30 de septiembre, tuve la triste desgracia de perder a mi padre.
Aparte de las promesas de Jesús, ¿qué prueba racional podría haber de la existencia del alma, si no bastaran ciertos fenómenos sobrenaturales, que sí existen, y sobre todo la resurrección del cuerpo? A veces he tenido la tentación de pensar que la vida humana es sólo un fenómeno biológico y que el resto es pura habladuría, pero siempre trato, lo mejor que puedo, de superar ese pensamiento que, sin embargo, no le escondo, a veces me produce cierta ansiedad.
Saludos cordiales
Andrea
Respuesta del sacerdote
Querido Andrea,
Ante todo, te presento mis pésames por la muerte de tu padre y te aseguro mis oraciones a ti y a tus familiares.
Volviendo a tu pregunta, hay que distinguir un doble problema: el de la existencia del alma y el de la espiritualidad del alma humana.
1. Decimos que hay un alma allí donde hay vida.
La diferencia entre un cuerpo humano vivo y un cuerpo humano muerto es la siguiente: el cuerpo humano vivo está animado, el muerto es un cadáver.
Lo mismo hay que decir de los animales y las plantas.
Donde hay vida, hay alma.
Por alma, de hecho, nos referimos al principio vital.
Podría decir que hasta este punto las cosas son tan sencillas que ni siquiera hay que demostrarlas, basta con mirarlas.
2. El mayor problema es decir que el alma del hombre no sólo es vegetativa y sensible como para las plantas y los animales, sino que es espiritual.
Empezamos por este principio: toda realidad se manifiesta a través de su actividad.
Pues bien, como las plantas sólo manifiestan una actividad vegetativa (asimilación, crecimiento…) podemos entender que su alma, su principio vital, es sólo vegetativo.
Vemos, por otra parte, que los animales, además de expresar la vida vegetativa, también manifiestan una vida sensorial: perciben emociones, como el dolor y el placer, sienten, ven… Por eso decimos que el alma de los animales es un alma sensorial.
Pero la vida del hombre no sólo se expresa en la vegetación o en el sentimiento de las emociones, sino también en la vida espiritual, como, por ejemplo, al realizar la cultura, al pensar, al desarrollar conceptos, al inventar.
El hombre, en sus actividades, manifiesta una superioridad, una trascendencia sobre la materia: la elabora, la re-expresa, la recombina.
Por poner un ejemplo muy banal: nunca habrás visto a un animal encender un fuego y preparar comida. El hombre, en cambio, sí. Y esta actividad manifiesta una trascendencia sobre la materia, de modo que se apodera de ella, la reelabora, la recombina como quiere.
Nunca habrás visto a los animales comunicarse por medio de periódicos, que en definitiva son papel manchado de tinta. Pero esa tinta está puesta de tal manera que esa negrura se convierte en un signo y los hombres se comunican entre sí.
Incluso la capacidad de hablar manifiesta una trascendencia sobre la materia: los animales se limitan a emitir sonidos y siempre de la misma manera. La persona humana llama a las cosas con nombres diferentes: en italiano, en latín, en griego, en francés, en alemán, en chino… ¿No es esto también trascendencia sobre la materia?
Los hombres se cuentan lo que han hecho, manifiestan sus proyectos, sus deseos, recuerdan las obras de sus antepasados (basta con leer un libro de historia). Se trata de una actividad impensable entre los animales, que sólo son materiales y están determinados por los instintos. Los hombres, por desgracia, también mienten. Pero, ¿has visto alguna vez a los animales decir mentiras? Incluso la posibilidad de pensar una cosa y decir otra manifiesta la superioridad o trascendencia sobre la materia.
¿Y acaso la posibilidad de pensar en realidades espirituales (Dios, ángeles, demonios, el alma inmortal), independientemente de su existencia, no demuestra que hay algo espiritual en el hombre? Porque no podría captar ni siquiera pensar en las realidades espirituales si él mismo no fuera en parte espiritual.
Esas son, querido Andrea, las razones que llevaron a los antiguos filósofos, como Platón, a reconocer racionalmente que el alma humana no es sólo vegetativa y sensorial, sino también espiritual. Lo manifiesta en sus acciones, en su trabajo.
A la edad de 18 años (aún no se había bautizado y mucho menos convertido), San Agustín leyó las obras de Platón y Hortensio de Cicerón (dos filósofos que vivieron antes de Cristo) y se convenció racionalmente de la espiritualidad e inmortalidad del alma humana.
El paso de la espiritualidad a la inmortalidad es muy corto: sólo muere lo que es orgánico, lo que está formado por partes. Cuando las partes de un organismo dejan de cooperar para el bien del conjunto, éste se descompone, muere, se daña.
Pero lo que es espiritual no es material, y por lo tanto ni siquiera está compuesto de partes que puedan desintegrarse entre sí. De ello se deduce que lo que es espiritual es también inmortal.
Esta verdad racional es entonces confirmada por la fe.
Gracias por tu pregunta. Espero que la respuesta ayude a fortalecer la fe de muchos.
Te saludo cordialmente y te bendigo.
Padre Angelo
Traducido por SusannaF