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Hola.
Escribo a causa de algo que me preocupa porque se refiere al Sacramento más importante que en unos días mi niño recibirá. El problema es que yo en esos días muy probablemente estaré al quinto día  y por lo tanto no habrán pasado todavía los siete días necesarios para purificar el cuerpo. ¿Puedo tener en brazos a mi niño durante la celebración del Bautismo, o bien el hecho de que yo lo toque puede volverlo impuro para recibir ese día el Sacramento? Me baso en las palabras del Levítico 15, 19-31 donde se dice que cualquier objeto sobre el que ella se recueste o se siente mientras dure su estado de impureza, será impuro hasta la tarde y cualquier cosa tocara o cualquiera que la toque será impuro hasta la tarde. No quisiera comprometer el sacramento tocando al niño justo en el momento de la celebración. Soy muy creyente y me interesa saber que el Sacramento sea recibido sin manchas impuras que de alguna manera lo puedan invalidar.
Espero respuesta. Cordiales saludos.


Respuesta del sacerdote

Muy querida,
1. me alegro contigo antes que nada por el niño que el Señor te ha donado.

2. Respondiendo a tu cuestión, el precepto del Levítico ha sido abrogado por Jesucristo. Según la antigua ley, cada secreción, inclusive las inevitables pérdidas de sangre de la puérpera, eran motivo de impureza.
Sin embargo, hay que aclarar, que no se trataba de impureza moral, es decir de contaminación del alma, (en otras palabras de pecado) sino simplemente de una impureza ritual. Es decir una persona no podía participar al culto hasta cuando no se hubiera purificado con los ritos previstos, que generalmente consistían en abluciones.

3. Bien recordarás lo que dijo el Señor a propósito de aquello que vuelve impuros: Escuchen y comprendan. «Lo que mancha al hombre no es lo que entra por la boca, sino lo que sale de ella «.(…).
¿No saben que lo que entra por la boca pasa al vientre y se elimina en lugares retirados? En cambio, lo que sale de la boca procede del corazón, y eso es lo que mancha al hombre. Del corazón proceden las malas intenciones, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las difamaciones. Estas son las cosas que hacen impuro al hombre, no el comer sin haberse lavado las manos» (Mt 15 10-11.17-20).
Tampoco las pérdidas de sangre hacen impura a una persona.

4. Esa es la razón por la que San Pablo afirma: “Por eso, que nadie los critique por cuestiones de alimento y de bebida, o de días festivos, de novilunios y de sábados.Todas esas cosas no son más que la sombra de una realidad futura, que es el Cuerpo de Cristo” (Col 2,16-17).
Es por esto que en la Carta a los Hebreos se lee: “Al hablar de una Nueva Alianza, Dios declara anticuada la primera, y lo que es viejo y anticuado está a punto de desaparecer” (Heb 8,13).

5. Acerca de este tema el testimonio más hermoso nos lo da el Señor que derramando su sangre nos purificó, redimió y santificó.

6. Hay que tener presente que los preceptos del Antiguo Testamento son de tres tipos.
Primeramente están los preceptos morales, es decir,  los 10 mandamientos.
Estos pertenecen a la ley natural. Jesucristo no los abrogó, sino que los llevó a cumplimiento. Por eso dijo: «No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento» (Mt 5,17).
El cumplimiento es Él. Lo que significa que los mandamientos son el camino imprescindible que hay que recorrer para poder encontrar a Cristo y por Él ser vivificados.

7. Luego están los preceptos civiles. estos preceptos regulaban la vida social de la gente, como ser pagar los impuestos, los tributos, las penas que se infligían por crímenes o incumplimientos.
Hay que recordar que Israel era una sociedad teocrática, esto equivale a decir que también la legislación civil y social era determinada por Dios.
Acerca de estos preceptos Jesucristo dijo: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios» (Mt 22, 21).
Por lo tanto no compete a la autoridad religiosa determinar la legislación social. Esto es competencia de la autoridad civil.
Así pues, los preceptos civiles del antiguo Israel fueron abolidos por Jesucristo.

8. Estaban además los preceptos religiosos que reglamentaban el culto, las fiestas, los ritos que tenían que observarse en las distintas celebraciones.
Pero el culto del Viejo Testamento, que era imagen y preludio del culto de Jesucristo y de su sacrificio, terminó a la presencia de Cristo.
Esta es la razón por la que los preceptos relativos al sábado ya no valen, porque el sábado que recordaba la primera creación, fue reemplazado por el domingo, por el día del Señor, en el que se hace memoria de la nueva creación comenzada con la resurrección de Cristo.

9. Santo Tomás dice que observar estos preceptos es como si alguien quisiera dar culto a la imagen del rey, cuando el rey está presente.
En ese momento la imagen del rey no tiene interés alguno. La atención tiene que estar dirigida hacia su persona, por su presencia, por lo que hace.
También  los preceptos religiosos en su totalidad fueron abolidos por Jesucristo.
Ocurre lo mismo con el precepto relativo a la purificación del que habla el Levítico.
Santo Tomás agrega que observar los antiguos ritos hoy en día es pecado. He aquí lo que dice exactamente: “Y aunque sea una misma la fe que los antiguos patriarcas tenían de Cristo y la que nosotros tenemos, como ellos precedieron a Cristo y nosotros le seguimos, la misma fe debe declararse con diversas palabras por ellos y por nosotros, pues ellos decían: He aquí que la virgen concebirá y parirá un hijo, que es expresión de tiempo futuro; mientras que nosotros expresamos la misma fe por palabras de tiempo pasado: que la Virgen concibió y parió. De igual modo las ceremonias antiguas significaban a Cristo, que nacería y padecería; pero nuestros sacramentos lo significan como nacido y muerto. Y como pecaría quien ahora hiciera profesión de su fe diciendo que Cristo había de nacer, lo que los antiguos con piedad y verdad decían, así pecaría mortalmente el que ahora observase los ritos que los antiguos patriarcas observaban piadosa y fielmente”(Suma teológica, I-II, 103, 4).

10. Por lo tanto permanece junto a tu niño, abrázalo, amamántalo, haz sobre su frente la señal de Cristo redentor, la cruz, que aleja a los demonios y a los espíritus malvados.
De esta forma te preparas a celebrar de manera pura y santa el Sacramento del bautismo

De todo corazón te bendigo a ti y a tu queridísimo niño y te recuerdo en la oración.
Padre Angelo