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Pregunta
Reverendo Padre,
¡Gracias por su incansable misión!
¡Alabado sea Jesucristo!
Soy un hombre de treinta y tres años, practicante, en el camino del discernimiento vocacional monástico. Así que trato de vivir y saborear la alegría del Evangelio, en medio de las dificultades y dudas diarias.
Mi primo, un poco mayor que yo, falleció recientemente. Murió de un paro cardíaco repentino a los treinta y seis años, dejando desolados no sólo a mis tíos, sino también a su mujer, embarazada de pocos meses, y a su hija de seis años.
Compartí el estado de ánimo devastado y probado con mi director espiritual, que también es el pastor que celebró el funeral de mi primo. Incluso para él, era arduo pronunciar una homilía que nunca pensó ni quiso escribir.
Me enfrenté a una vieja amiga. Es una abuela muy devota. También ella se une a mis preguntas: ¿por qué Dios permite estas tragedias inefables en personas, miembros del pueblo de Dios, que son buenas, mansas, generosas, honestas…?
El hijo de esta mujer tiene una hija especial: es autista. Una hermosa niña. Sin embargo, la abuela se pregunta por qué Dios permitió que viniera al mundo una vida marcada por una grave discapacidad, en una sociedad dominada por la cultura del descarte, a pesar de estar rodeada por el amor de sus padres.
Por eso me pregunto, y me lamento, casi como el profeta Jeremías: ¿por qué el Señor llamó a sí a un esposo e hijo devoto como mi primo?
Gracias por sus amables y sinceras explicaciones.
Encomiendo la familia de John a sus oraciones, así como la familia de esta piadosa mujer y mi propio camino de verificación.
En Cristo
Miguel
Respuesta del sacerdote
Querido Miguel,
1. La muerte de una persona joven, de una persona con la que cuentan otras personas, en este caso su esposa y sobre todo sus hijos, estimula a todos a presentar muchas preguntas al Señor.
Sólo entonces veremos los buenos planes del Señor. Por ahora todo nos parece mal.
Por eso inclinamos la cabeza y adoramos.
2. Habría que hacer muchas reflexiones.
Habrás escuchado muchas cosas bonitas en el funeral de tu primo.
Pero voy a presentar tres.
La primera: un acontecimiento dramático como el que me relataste nos recuerda que nadie tiene derecho a envejecer y, sobre todo, que “aquí en la tierra no tenemos un hogar permanente» (Heb 13,14).
Y que por lo tanto «debemos ir en busca del futuro» (Ib.).
3. El próximo domingo, primero de Adviento (2019), escucharemos en el Evangelio estas palabras del Señor: «Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado.» (Mt 24,40).
Una expresión que también puede tener este significado: en cualquier momento a uno se lo puede llevar la muerte y al otro dejarlo.
4. La segunda consideración: las otras palabras de Jesús se vuelven aún más urgentes: «Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor» (Mt 24,42).
En un mundo que duerme (y que parece olvidar la vida futura para la que deberíamos prepararnos ardientemente) la muerte de un joven padre de familia es como un terremoto interior.
¡Quién sabe qué conmoción habrá causado en tantas personas la muerte de su joven amigo!
Puede haber habido conversiones, que son como resurrecciones.
Dios no nos ama según nuestros criterios, sino según los criterios de la eternidad.
5. La tercera: por supuesto, queda el inmenso dolor por esa familia rota, por esa joven viuda, por la niña que de repente se queda sin padre, y por la otra que nace y crecerá sin poder tenerlo a su lado y sin poder verlo ni oír su voz.
Quién no tiene fe permanece en la oscuridad.
La fe es una luz que viene del cielo: nos asegura que Dios es Padre y cuida de sus hijos, aunque a veces parezca lo contrario.
También la tragedia del Calvario desde el punto de vista humano parecía irremediable. Pero esa no fue la última palabra.
Pasaron unas horas y se comprendió que aquella tragedia preparaba algo grande, realmente eterno.
6. Por último, háblame de esa abuela que tiene una hija autista y se pregunta por qué Dios ha permitido que venga al mundo una vida marcada por una grave discapacidad, en una sociedad dominada por la cultura del descarte, a pesar de estar rodeada del amor de sus padres.
También aquí se olvida que la vida presente no es la única, sino que es sólo la premisa de otra vida, la que realmente cuenta y sobre la que el Señor ha garantizado que los que son juzgados primero en este lado corren el riesgo de ser los últimos, es decir, de acabar mal para siempre, mientras que los últimos (los rechazados…) estarán en el Paraíso y estarán con aquellos que, llenos de amor en la vida presente, se han ocupado de ellos.
7. Me alegro, en cambio, de tu orientación hacia la vida monástica por la que haces discernimiento.
A tu manera, gritas al mundo el mensaje evangélico de que sólo cuenta una cosa: haber optado por el Señor y haber elegido la mejor parte.
Estoy cerca de ti en la oración y también de manera especial a la familia de tu primo.
Te abrazo en el Señor, te deseo todo el bien para tu futuro y te bendigo.
Padre Angelo
Traducido por Letizia De Carlonis