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Querido Padre Angelo,
Le escribo impulsado por el deseo de saber como sería correcto que me comportara en un caso concreto que puede parecer especioso o de poca importancia, pero para mí significa vivir o no con fidelidad las Escrituras.
En Hechos 15:20, haciendo referencia a algunas objeciones planteadas por la comunidad judeo-cristiana contra los cristianos procedentes de los gentiles (Hechos 15:19), acerca de la observancia de algunas normas mosaicas, se toma una decisión que cito:»sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre«.Ahora bien, estamos acostumbrados a concluir,en mi opinión con demasiada precipitación, que Jesús rompió definitivamente con todas las normas de la legislación judía (cf. Mk 7,19; Mt 15,17; Hechos 10:11 ss.); sin embargo, si para la evolución posterior a Moisés esto pueda ser en parte cierto (por ejemplo, Moisés no estableció cuántos pasos es legítimo dar por el sábado, sino lo hizo la tradición rabínica, con razón o sin ella), pero no lo es para la propia Ley que permanece (por ejemplo, las Diez Palabras). Además, el propio Jesús dice en Mt 5: «No penséis que he venido para abrogar la Ley o los Profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir».
Por lo tanto, sobre esta base y en relación con el contenido de Hechos 15:20, me inclino a pensar que también nosotros los cristianos debemos respetar la legislación relativa a la sangre: esto implicaría una atención especial en la compra de carne que por supuesto no respeta las prescripciones (sin mencionar algunas recetas tradicionales que prevén el uso abundante de sangre en la cocción y / o en la comida).
Además, concluir lo contrario, supondría poder considerar no tener que abstenerse, por ejemplo, de la «impudicia», que también está contemplada en la lista de Hechos 15:20.
En definitiva, no basta con una acusación de, supuesto,»fariseísmo», sobre todo porque no depende de nuestra voluntad elegir qué páginas o versículos nos gustan más y / o deben ser obedecidos. Además, en una ocasión Jesús mismo dice: «Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.«(Mt 23, 23), hablando de la relación entre justicia, misericordia y fidelidad frente a las prescripciones de la Ley mosaica.Nuestra doctrina guarda silencio al respecto e incluso los comentarios generalmente suelen salir al paso con observaciones genéricas sobre la cultura de la época que, obviamente, no dan en el blanco.
Personalmente, para estar seguro, comería carne sacrificada según las prescripciones judías, de lo contrario valdría la pena relativizar incluso el mandamiento relacionado con la impudicia o la suciedad de los ídolos.
¿Qué piensa usted?
Muchas gracias
Giovanni
Querido Giovanni,
1. Lo primero que hay que tener en cuenta es que en el Antiguo Testamento hay normas de tres tipos.
Algunas son normas morales y éstas fueron confirmadas por Cristo.De hecho, en los casos en que se habían concedido algunas excepciones, se les ha devuelto su esplendor primitivo, como por ejemplo, por la indisolubilidad del matrimonio y por su carácter monógamo.
Otras eran prescripciones culturales que fueron todas abolidas porque eran prefiguraciones del nuevo culto, lo que había establecido Jesucristo.Por eso, respecto a estas normas, no se pueden aplicar las palabras de Dios: «Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.» (Mt 23, 23), para que junto al Bautismo se mantuviera la práctica de la circuncisión y la celebración de los antiguos sacrificios junto a los de Cristo.
Por último, había normas o preceptos civiles. Incluso éstos, que estaban bien en un régimen teocrático, han sido superados.
Ahora bien, la prohibición de comer carne ahogada y sangre no es moral. Por lo tanto, podría haber sido abolida.
2. Lo segundo que hay que considerar es que la Sagrada Escritura debe interpretarse como siempre se ha hecho.
Ahora bien, sobre el punto preciso que relatas, siempre se ha sostenido que las normas establecidas por el Concilio de Jerusalén eran de carácter práctico para no ofender demasiado a los judeocristianos que aún observaban las antiguas prescripciones.
Por lo tanto, aparte de lo que dicen los Hechos de los Apóstoles, no hay discusión alguna en la historia de la Iglesia primitiva sobre estos asuntos.
Podría decirse que ya en la segunda generación cristiana estos problemas estaban completamente superados.
3. Este, por ejemplo, es el pensamiento de la Biblia de Jerusalén:
“Las reservas de Santiago indican la naturaleza exacta de la controversia.» Tiene un carácter estrictamente ritual y responde a la pregunta planteada en 11: 3 y Gal 2: 12-14: ¿qué debe exigirse a los cristianos étnicos (es decir, a los cristianos convertidos del paganismo) para que sea posible que los judeocristianos asistan a estas sin padecer impureza legal? De todas las leyes de pureza, Santiago solo quiso conservar aquellas cuyo valor religioso parecía universal: comer carne ofrecida a los ídolos implicaba una cierta participación en un culto sacrílego (cf. 1 Cor 8-10).
La sangre es la expresión de la vida, que solo pertenece a Dios, y la prohibición de la Ley al respecto (Lv 1,5) era tan grave que explica claramente la repugnancia de los judíos a dispensar de ella a los paganos. El caso de la carne de los animales asfixiados es análogo al de la sangre.
Las uniones irregulares aparecen en este contexto no por su calificación moral, sino como motivo de impureza (nota a Hechos 15:20).
4. Asimismo, el biblista Marco Sales comenta: “De los animales asfixiados y de la sangre: es decir, matados sin haber dejado salir la sangre. En el Antiguo Testamento no existe realmente una pohibición explícita de comer carne de animales asfixiados, sino que esta prohibición se dedujo de la ley (Lev 3:17; 7:26; 17:10) que prohibía a los judíos comer la sangre de los animales.
La prohibición de comer sangre, ya hecha por Dios a Noé (Gn 9:4), tenía su base en el hecho de que la sangre, por disposición de Dios estaba destinada a la expiación de los pecados (Lv 17:11).
Estas disposiciones solo tenían como objetivo lo de facilitar la conversión de los judíos y mantener la paz en la Iglesia, por lo que, al cambiar las circunstancias, muchas de estas cayeron naturalmente en desuso».
5.Por lo tanto, como ves, no se trata de proceder arbitrariamente, sino de considerar los distintos tipos de normas.
Además, lo determinado por el Concilio de Jerusalén es un ejemplo de rasgo pastoral y de delicadeza hacia la fe siempre practicada por los judíos.
Deseándote todo el bien, te recuerdo al Señor y te bendigo.
Padre Angelo
Traducido por Jennifer Di Giacomo