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Querido Padre Angelo,
quisiera que me diera luces para comprender el dogma de la resurrección de la carne, que para mi pobre cultura teológica es un concepto misterioso.
Quisiera ante todo saber si se puede establecer un nexo entre la resurrección de la carne y la creencia en la reencarnación que profesan otras religiones.
Quisiera entender el sentido de esta resurrección: si las almas que alcanzaron la salvación, estarán ya en el paraíso al final de los tiempos y gozarán de la visión beatífica de Dios, ¿por qué tendrían que volver a adquirir un cuerpo? Cuerpo que en la vida terrenal fue para ellos un peso y les ha dificultado el camino de la salvación. En pocas palabras: ¿qué gana un alma en el paraíso con tener un cuerpo?
Le agradezco su atención y cordialmente saludo.
Michael
Respuesta del sacerdote
Querido Michael,
1. hay una diferencia abismal entre la resurrección de la carne y la creencia en la reencarnación.
La resurrección de la carne consiste en tomar un cuerpo espiritual, como emerge de la carta a los Corintios: “se siembran cuerpos puramente naturales y resucitarán cuerpos espirituales” (1 Cor 15, 44).
La reencarnación, en cambio, consiste en retomar siempre el cuerpo animal.
2. Todos resucitarán en el fin del mundo, como dijo Nuestro Señor: “Se acerca la hora en que todos los que están en las tumbas oirán su voz y saldrán de ellas: los que hayan hecho el bien, resucitarán para la Vida; los que hayan hecho el mal, resucitarán para el juicio”(Jn 5, 28-29).
Aquellos que resucitarán para una resurrección de vida, tomarán un cuerpo glorioso, semejante al de Jesús en el momento de la transfiguración y semejante al que mostró en el Apocalipsis cuando se le reveló a San Juan: “su rostro era como el sol cuando brilla con toda su fuerza” (Ap 1, 16).
También aquí se nota una diferencia absolutamente esencial con la reencarnación.
Solamente la participación de la resurrección de Cristo, puede darnos una idea de lo que significa resucitar de entre los muertos.
3. ¿Qué motivo hay para la resurrección de los cuerpos?
Pues porque el hombre no es sólo alma, sino alma y cuerpo.
Cuando muere el cuerpo, muere la persona, además.
Por eso hablamos de las almas de los difuntos y no de la persona del difunto.
4. Por otro lado, el cuerpo no es un peso, como podía pensar Platón.
Sino que es aquella realidad que permite la santificación mediante los sacramentos.
Es a través del cuerpo como vivimos nuestra entrega a nosotros mismos y a los demás.
Es a través del cuerpo que pecamos y también a través del cuerpo que expiamos haciendo penitencia.
Es a través del cuerpo que crecemos en el amor a Dios y al prójimo.
5. En fin, ser conscientes de que el cuerpo resucitará, ayuda a tratarlo con respeto tanto durante la vida, como en la muerte.
6. Preguntas qué bienaventuranza se le sumará al alma con la resurrección del cuerpo si ya está perfectamente feliz pues se encuentra en el paraíso y goza de la comunión con Dios y los santos.
Y bien, la resurrección del cuerpo agrega una bienaventuranza que los teólogos llaman accidental, respecto a la que ya goza el alma, o sea la bienaventuranza esencial, que consiste en la visión beatífica.
El alma separada del cuerpo de algún modo está incompleta porque la función del alma es justamente la de ser el principio vital del cuerpo. Lo quiere vitalizar.
Con la resurrección del cuerpo la beatitud esencial del alma no aumenta, sino que más bien se dilata, es como una expansión.
Y advierte un nuevo bienestar porque su tensión hacia el cuerpo encuentra por fin su satisfacción.
7. Por eso alabamos a Dios, también por la resurrección de la carne porque nos satisfará plenamente.
Sí, Dios todo lo hace perfectamente.
Con el deseo de encontrarnos en el Paraíso con este nuestro cuerpo, participando de la resurrección del Señor resucitado, te bendigo y te recuerdo en la oración.
Padre Angelo