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Buenos días Padre Angelo Bellon,

ante todo te agradezco la obra que haces y que consulto cada día, la cual me inspira por el resto de la jornada.

Paso enseguida a especificar la cuestión por la que te interrogo: acerca de la relación entre el hebraísmo y el cristianismo sobre lo que se han derramado en abundancia las palabras, lo que en especial me resulta llamativo es el por qué los Hebreos no se convierten al Cristianismo.

Trato de explicarme mejor: si yo fuera un hebreo leyendo los Evangelios y entendiendo que Jesucristo es el Hijo de Dios, es el mesías que siempre esperé y que llevó a cumplimiento lo preanunciado por las Escrituras me vería por así decirlo, casi obligado a convertirme al cristianismo.

Está bien que los Hebreos son descendientes de los fariseos de la época, pero la verdad no logro entender cómo esto no suceda.

En un pasaje del Evangelio se dice que cualquier pecado será perdonado, pero no aquel contra el Espíritu Santo y este pecado en mi opinión es justamente el de no reconocer que Jesucristo es el mesías el Hijo de Dios hecho hombre, y siendo conscientes de ello, y de aquí el pecado de los Hebreos, que no es suficiente que sean el pueblo elegido, conscientemente y voluntariamente negaron y aun hoy lo hacen esta verdad absoluta.

Me interesaría saber cuál tu reflexión al respecto. Gracias.

Honor y gloria a ti Señor Jesús.

Andrea  


Respuesta del sacerdote

 Querido Andrea,                                       

1. la respuesta la hallamos en la Sagrada Escritura.                                                  

Hela aquí: “Pero se les oscureció el entendimiento, y ese mismo velo permanece hasta el día de hoy en la lectura del Antiguo Testamento, porque es Cristo el que lo hace desaparecer. Sí, hasta el día de hoy aquel velo les cubre la inteligencia siempre que leen a Moisés. Pero al que se convierte al Señor, se le cae el velo” (2 Cor 3, 14-16).

2. Un velo permanece tendido sobre su corazón. Ese velo permanece tal cual, porque es solamente en Cristo que desaparece. Fue cuando Él murió que se rasgó el velo del templo.

3. Es de notar que algunos israelitas se convirtieron a Cristo.                            

Otros persisten con el corazón endurecido.      Es oportuna la pregunta: ¿por qué es así cuando todo el Antiguo Testamento halla su cumplimiento en Cristo?

4. Otro paso de la Escritura nos da la respuesta: “Hermanos, no quiero que ignoren este misterio a fin de que no presuman de ustedes mismos: el endurecimiento de una parte de Israel durará hasta que haya entrado la totalidad de los paganos” (Rm 11,25).                       

San Pablo habla de “misterio”. La palabra misterio significa realidad escondida. En parte se conoce, pero no plenamente. Lo que sabemos es que ha habido una obstinación en no creer a Cristo, es más, haber llegado a pensar que en Cristo actuaba el peor de los demonios (cfr. Mc 3,22). Es justamente en virtud de este endurecimiento, a esta obstinación, que Nuestro Señor habló de pecado contra el Espíritu Santo que no será perdonado (cfr. Mc 3,29). No porque no quiera perdonarlo, porque Dios es misericordia en su misma esencia, sino más bien porque los hombres no quieren ser perdonados.

5. Sin embargo si este pecado estuvo presente entre algunos israelitas, en aquellos que no solo pidieron para Cristo la condena de muerte, sino la muerte más infame, la de la cruz, no podemos decirlo para sus descendientes, que en buena fe se han quedado con el antiguo testamento.  Por eso el Concilio Vaticano II dice en Nostra Aetate sobre el ecumenismo: “Aunque las autoridades de los judíos con sus seguidores reclamaron la muerte de Cristo, sin embargo, lo que en su Pasión se hizo, no puede ser imputado ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy” (NA 4).

6. Para nosotros los hebreos siguen siendo el pueblo elegido porque por parte de Dios “son amados en atención a sus padres” (Rm 11,28). Siguen siendo objeto de una especial preferencia por parte de Dios, claramente no por el rechazo hacia Cristo, sino en virtud de los padres, a quienes Dios eligió para revelarse a la humanidad. San Pablo se encarga de dar razón de ello. Puesto que “los dones y el llamado de Dios son irrevocables” (Rm 11, 29) San Pablo dirà: ¿Y qué importa que algunos no hayan creído? ¿Acaso su incredulidad anulará la fidelidad de Dios? De ninguna manera. (Rm 3, 3-4). Es por eso que los hebreos nos son muy queridos.

7. La fidelidad de Dios nos tranquiliza por el hecho de que al fin, también la parte que se ha quedado incrédula, también creerá. Esto ocurrirá cuando todos los pueblos se convertirán al Señor (RM 11, 25). “Y entonces todo Israel será salvado” (Rm 11,26).

El biblista Marco Sales comenta: “De esto se deduce que el fin del mundo no ocurrirá antes que todos los pueblos gentiles (paganos) y el pueblo judío se hayan convertido”.

Te agradezco esta pregunta, te bendigo y te recuerdo en la oración.

Padre Angelo